Publicado con el título “El zodíaco de Dendera y la Atlántida”, en el monográfico nº26 de la revista Más Allá de la Ciencia, «Los Mundos Perdidos», septiembre 1998
Hay algo más que simples signos astrales en ese gigantesco disco de piedra. La cronología que aporta el zodíaco del templo de la diosa Hathor en Dendera señala a una fecha sospechosamente coincidente con la datación proporcionada por Platón sobre el final de la Atlántida: el 10000 a. de C.
El templo de la diosa Hathor conservado en Dendera -el «Pilar de la diosa», según la traducción de esta palabra en egipcio- es uno de los mejores conservados de todo Egipto. Su construcción es realmente tardía: comenzó durante el reinado de Ptolomeo IX y finalizó bajo el mandato del emperador romano Nerón, es decir entre los años 80 y 68 a. de C., a lo que habría que añadir las sucesivas modificaciones de los emperadores siguientes. Pero al igual que sucedió con otros templos egipcios como el de Horus en Edfú o el de Osiris en Abydos, el de la diosa Hathor en Dendera es la remodelación efectuada con el paso de los años sobre un antiguo santuario de cuyo original en la actualidad no se conserva absolutamente nada.
Aunque esta aldea del Alto Egipto apenas tuviera importancia a lo largo de la historia de este país, la calidad artística del edificio y el buen estado de conservación en el que ha llegado hasta nosotros, con unos excepcionales relieves y un mammisi o templete del nacimiento impresionante, han convertido esta ciudad en un lugar de paso obligado a cualquier visitante del valle del Nilo.
Testimonios de una civilización perdida
No son estos detalles los que han hecho de la casa de Hathor un lugar importante en Egipto, sino dos enigmas todavía hoy sin descifrar. En primer lugar, tenemos el contenido de los relieves grabados sobre las paredes de algunas de las 12 criptas, dispuestas a lo largo de los muros y cimientos del templo. Algunos de ellos conservan la enigmática representación de unas extrañas formas globulares en forma de berenjena, identificadas por el investigador Peter Krassa como bombillas eléctricas.
Pero, qué duda cabe que nada supera en belleza y misterio al famoso zodíaco. Sus 2,5 metros de diámetro decoraban el techo del pórtico de una de las capillas osiríacas del lado oriental del templo, construida sobre la terraza del mismo. Arrancado y transportado al Museo del Louvre por Lelorrain en 1821, este disco de piedra fue motivo de una airada polémica entre los investigadores nada más llegar a París hace más de 150 años. Y todo porque el mismo año de su traslado, 1821, el rey Luis XVIII manifestó un especial interés por la datación de este misterioso zodíaco. Los 4.000 años de antigüedad con los que especularon los sabios de la época en un primer momento, se desinflaron cuando al año siguiente Jean-Francois Champollion descifró los jeroglíficos ayudado de la famosísima piedra de Rosetta. En una de las partes del disco había una mención al emperador romano Calígula que no dejaba la menor duda sobre su fecha. Ésta se encontraba entre el año 37 y el 49 d. de C.
Desde su traída a Europa, el zodíaco de Dendera no ha dejado de asombrar a los investigadores que han tenido la oportunidad de acercarse al Museo del Louvre para admirarlo y, en la medida de lo posible, estudiarlo.
Sobre la pulida superficie de este fragmento de techumbre, se aprecian claramente en círculos concéntricos los diferentes signos del zodíaco. La tradición egiptológica relaciona la súbita aparición de este tipo de signos astrales en Egipto, con las crecientes relaciones intelectuales mantenidas con el mundo griego y mesopotámico desde la conquista del país por Alejandro Magno, en el 332 a. de C. De ahí que, aunque el templo de Dendera sea una remodelación ptolemaica llevada a cabo sobre un templo primitivo, el zodíaco posea las inscripciones más antiguas en época de Calígula. Pero ¿y si nos encontráramos ante una copia efectuada en época tardía de un antiguo legado astronómico de los sacerdotes egipcios hecho al santuario primitivo de Dendera?
La dirección del León
Existe un detalle significativo que convierte a este zodíaco en algo más que un simple recuento de constelaciones. Lo llamativo está en que la constelación de Leo se encuentra en el punto exacto del equinoccio de primavera, es decir entre los días 20 y 21 de marzo. Teniendo en cuenta los diversos cálculos matemáticos que se deben realizar debido a la precesión de los equinoccios, la posición de esta constelación nos estaría indicando que la imagen que refleja el misterioso zodíaco debería estar entre el año 10950 y el 8800 a. de C. ¿Es casual que esta fecha sea tan parecida a la proporcionada por el filósofo Platón para relatar el hundimiento del misterioso continente Atlante?
Sin embargo, los misterios que rodean a la constelación de Leo no se quedan en el zodíaco de Dendera. Robert Bauval autor de la famosa y controvertida teoría de Orión, en su libro Guardián del Génesis (Planeta Seix Barral, 1997) -escrito junto a Graham Hancock- relaciona la construcción de la Esfinge y las pirámides de la meseta de Gizeh con un momento dado de la Antigüedad: el 10500 a. de C. Entre una serie de pruebas geológicas y arqueológicas, Bauval proporciona una de gran interés para el estudio del zodíaco de Dendera: en ese año, el 10500 a. de C., la Esfinge de Gizeh estaba orientada exactamente hacia la constelación de Leo, ¿coincidiendo quizás con la desaparición de la Atlántida?
¿Fue grabado el zodíaco de Dendera, tal y como afirma el investigador Andrew Tomas, para dejar constancia histórica de un hecho significativo en la historia de Egipto: la destrucción de la Atlántida y el nacimiento de un nuevo ciclo?
Casi 17 años después de haber escrito este artículo creo sinceramente que no…
© Nacho Ares 2015