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Lo que no hay que perderse en Egipto

Dic 2005

Publicado en la revista Más Allá

Este verano de 2016 viajamos a Egipto. Acompáñame en una aventura inigualable.

Egipto cuenta con el mayor legado arqueológico del planeta. Se calcula que solamente conocemos el 20 por ciento de lo que debió de levantarse con esplendor hace casi 5.000 años junto a las orillas del Nilo. Si este verano has decidido viajar a Egipto, en estas páginas te recordamos todo aquello que no has de pasar por alto si de verdad quieres ir al encuentro del misterio; algo que va mucho más allá de las explicaciones convencionales de los guías locales…
La luz, los colores, la hospitalidad de la gente, el contraste cultural y, en definitiva, absolutamente todo se multiplica por cien cuando pones el pie en Egipto. Este país es, ha sido y seguramente lo seguirá siendo, la cuna de la civilización y de los enigmas históricos. Decir que Egipto es un país misterioso no es una etiqueta gratuita. Vaya por delante una simple premisa arqueológica: únicamente conocemos una quinta parte del esplendor que desarrolló esta civilización entre el 3100 y el año 40 a. de C., momento de la llegada de Roma, cuando todo ese esplendor se diluyó como un burdo azucarillo.

Al pie de las pirámides

perderse02_piramides-nacho_aresEl centro neurálgico de las visitas a Egipto gira en torno a las pirámides de la meseta de Gizeh, junto a El Cairo, atribuidas a Keops, Kefrén y Micerinos. Poco es lo nuevo que se puede decir de estas gigantescas construcciones. La Gran Pirámide de Keops (2550 a. de C.) alcanzaba originalmente los 147 metros de altura y sus lados llegaban a los 230 metros de longitud.
No hay que dejar pasar por alto su visita aunque los guías locales nos insistan en suplirla viendo cualquier otra pirámide. La Gran Pirámide es única en todos los sentidos. Con casi 2,5 millones de bloques de piedra, sus enigmas clásicos como la orientación tan exacta de sus caras a los puntos cardinales, el traslado de bloques, algunos de los cuales superan con creces las 50 toneladas, o el sistema de construcción, han quedado desplazados a un segundo plano en favor de nuevas teorías que las relacionan con la constelación de Orión o la búsqueda de cámaras secretas.
No lejos de las pirámides se encuentra, en la misma meseta, la Esfinge, un enorme león de piedra de 72 metros de largo y casi 20 de alto. A la controversia de su datación hay que sumar el enigma del templo que protege al pie de la calzada. Construido por el faraón Kefrén (2520 a. C.), su arquitectura no encaja con la tónica de la época, grandes bloques de piedra con esquinas angulosas y, lo más curioso de todo, recubierto de losas de granito en época antigua para restaurar un edificio que apenas tenía 50 años. ¿Qué monumento se deteriora en ese período de tiempo, a no ser que su antigüedad no sea de 50 años sino de 5.000?
A unos 20 kilómetros al sur de El Cairo se levanta la necrópolis de Sakkara en la que destaca la pirámide escalonada de Zoser (2630 a. C.). Ésta fue la primera estructura piramidal de Egipto diseñada por un extraño personaje, Imhotep, cuya tumba sigue desaparecida y es el objetivo de numerosas misiones arqueológicas del lugar. No lejos de allí está la mastaba de Mereruka. En una de sus primeras salas, decoradas con escenas de la vida cotidiana, vemos cómo vaciaban vasos de piedras los antiguos egipcios, uno de los grandes enigmas de esta cultura.
Si queremos completar un buen tour de pirámides no nos tenemos que olvidar de las de Dashur, a 40 kilómetros al sur de El Cairo, en donde encontramos la Pirámide Roja, con 104 metros de altura y 220 de lado, la pirámide de Meidum, a 50 kilómetros más al sur de Dashur.

Objetos imposibles en el Museo de El Cairo

perderse03_museo-nacho_aresEn el centro de la capital, rodeado de otros lugares con no menos encanto, con sus cien años recién cumplidos, se levanta el Museo de Arte Egipcio. Casi 100.000 piezas deleitan a sus visitantes, haciendo un barrido por más de 3.000 años de cultura faraónica. En la planta baja no hay que dejar de ver la sala 47. Junto a las tríadas de Micerinos, está el mal llamado sarcófago inacabado de Djedefre, en donde podemos observar la perfección del corte de la sierra y el tarugo de piedra que quedó sin cortar en uno de los lados, otra proeza de la habilidad de los artesanos egipcios.
Un poco más lejos, olvidados junto a la escalera que nos lleva al piso superior, descubrimos la cabeza de la cobra de la Esfinge de Gizeh, así como algunos restos de la barba.
En el pasillo oeste, la sala 42 nos ofrece las estatuas de diorita de Kefrén y junto a una de ellas, la famosa Estela del Inventario: una loseta de piedra caliza de 40 centímetros de ancho por 65 de alto, datada en la dinastía XXVI y que habla de las reparaciones que se hicieron en la meseta de Gizeh por orden de Keops, dando a entender que la Gran Pirámide y la Esfinge ya estaban allí.
En la sala siguiente, no hemos de olvidar fijarnos en lo singular que resulta ver a las estatuas de Rahotep y Nofret con los ojos claros, algo muy extendido en la estatuaria de las primeras dinastías. ¿Es una alusión a los llamados “venerables del norte” que aparecen en los textos, pobladores europeos que por razones desconocidas fueron a parar al Valle del Nilo?
En una sala contigua, se encuentra la pequeña estatua de Keops, la única imagen conocida del constructor de la Gran Pirámide.
Opuesta a la entrada del museo está la sala 3 dedicada al mundo de Amenofis IV, el Faraón Hereje, Akhenatón. Este personaje, visionario de luces en el desierto egipcio, identificado con el Moisés de la Biblia, sigue siendo uno de los protagonistas más enigmáticos de la historia de Egipto.
Ascendiendo la escaleras, la primera planta está casi copada por los objetos de Tutankhamón. En la acristalada sala del tesoro, donde está la famosa máscara de oro, existen dos piezas interesantes. Se trata de objetos de hierro, una pequeño amuleto en forma de reposacabezas y un cuchillo con empuñadura de oro. Los últimos análisis hablan de hierro de origen meteorítico, lo que explicaría sus sorprendentes cualidades, muy similares al acero inoxidable.
Desde hace un año, el objeto estrella en la galería de “piezas imposibles” del Museo de El Cairo es el pájaro-avión de Sakkara, retornado a la sala 22. Este pequeño “avión” de 14 por 18 centímetros, tiene el ala izquierda un poco más larga que la derecha lo que convierte a esta pieza en un objeto tremendamente aerodinámico.

El país de los templos…

perderse04_templos-nacho_aresA 600 kilómetros al sur de El Cairo está Luxor, la antigua Tebas. Allí hay que hacer una división en dos partes: la parte de los vivos ya la de los muertos. En aquella encontramos algunos de los templos más importantes del país. Aquí está el llamado templo de Luxor o el “templo del hombre”, llamado por Rene Adolf Schwaller de Lubicz. En él descubrimos varios elementos de sumo interés. Hay que fijarse en el perímetro exterior del templo. Pegado al muro veremos una especie de banco corrido, la gola egipcia que decora la parte superior de los muros de los templos. Este detalle demuestra que los egipcios quisieron hacer ver que el templo está construido sobre otro más antiguo. A la izquierda del sancta sanctorum está la capilla del nacimiento, un lugar en el que los relieves reconstruyen el nacimiento divino de Amenofis III tras la unión de su madre con el mismísimo dios Amón.
No lejos de allí se encuentra el templo de Karnak. Sus 123 hectáreas representan el santuario más grande de la Humanidad. Su construcción sigue una clave matemática: la serie Fibonacci; una sucesión de números en la que cada término es igual a la suma de los dos términos precedentes: 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, y así sucesivamente. Partiendo del punto original, es decir el sancta sanctorum al que daremos el valor 1, la siguiente ampliación tiene el doble de tamaño, la siguiente la suma de las dos anteriores y así sucesivamente.
Junto a las gigantescas columnas de su sala hipóstila y los obeliscos de Tutmosis III y Hatshepsut se encuentra el templo de Ptah en cuyo interior está la capilla de Sekhmet.
Imprescindibles son también los templos de Dendera y Abydos, aunque estos dos se encuentran al norte de Luxor y requieren de una excursión especial hasta más allá de las montañas de Naghamadi, el desierto en el que en 1945 se descubrió un importante repertorio de textos gnósticos y del Nuevo Testamento.

…el país de las tumbas

perderse05_tumbas-nacho_aresEn la orilla occidental de Luxor se encuentra la tierra de los muertos. Pasando la carretera que cruza junto a los colosos de Memnón encontramos cientos de miles de tumbas, muchas de ellas sin explorar, que fueron excavadas en la roca de la montaña tebana a lo largo de la historia egipcia. El espacio más importante es el Valle de los Reyes, lugar de reposo de los reyes más destacados del Imperio Nuevo. Allí están las tumbas de los faraones más importantes: Tutankhamón, Ramsés II, Tutmosis III… u otras de reyes menos conocidos pero con pinturas más espectaculares como la de Ramsés VI. En esta última descubrimos una descripción precisa de la geografía del Más Allá con sus habitantes, ciudades, bestias y leyendas. La tumba de los hijos de Ramsés (KV5) es la que más datos está proporcionando en los últimos años. Hay que detenerse a observar la minuciosidad de los dibujos en las partes más profundas de las tumbas. Algunas de ellas superan los 100 metros y sigue siendo un interrogante cómo se iluminaron en tal oscuridad son dejar rastro del hollín de las lámparas. Así lo vemos, por ejemplo, en la tumba de Merneptah (KV8) en donde además los obreros no pudieron con un bloque de pedernal que ha llegado hasta nosotros. Así se conserva en la documentación descubierta en la vecina aldea de los artesanos, Deir el Medina, y así lo podemos ver en la tumba. Cuesta creer que unos artesanos que trabajaban la cuarcita como su fiera mantequilla y se venían abajo ante un simple bloque de pedernal.

Un Egipto de piedra

Los problemas del trabajo de la piedra los descubrimos en todo su esplendor en la ciudad de Aswan en donde encontramos el fantástico templo de la diosa Isis, último valuarte de los sacerdotes egipcios en el siglo VI de nuestra era. Llegamos a esta ciudad después de pasar los importantes centros de Kom Ombo y Edfu. En Aswan está la cantera de granito rojo en donde se abandonó un increíble obelisco de 42 metros de alto y casi 1.300 toneladas. Nadie sabe cómo pensaban sacarlo de la cantera.
Casi en el extremo sur del país se levanta, perdido en mitad del desierto, el templo de Abu Simbel, levantado por Ramsés II. Trasladado de su ubicación original a finales de los 60, conserva hoy el efecto de los equinoccios, aunque los modernos ingenieros no supieron conservar la orientación original dada por los egipcios y hoy llega con un día de retraso. En estas fechas (21 de marzo y 23 de septiembre) se da el “milagro solar”: los rayos del Sol se introducen hasta la parte más profunda del templo iluminando tres de las cuatro figuras que allí permanecen sentadas: la de Harmakis, el propio Ramsés II y la de Amón. Solamente la del dios Ptah, identificado con las sombras primigenias, permanece en la oscuridad.
Egipto cuenta con muchos más lugares mágicos. A sus templos, tumbas y pirámides hay que sumar el encanto de sus gentes y de sus ciudades. Lugares no menos misteriosos. Lo más importante de todo es, quizás, que la gran mayoría de ellos son descubiertos por el propio viajero.

No hay que olvidar

La teoría de Orión
El ingeniero Robert Bauval llamó la atención en 1989 sobre las similitudes existentes entre la ubicación espacial de las tres pirámides de Gizeh y las estrellas del cinturón de la constelación de Orión, Osiris en la mitología egipcia, de manera que las pirámides en la Tierra ocupan la misma posición que estas estrellas en el cielo. De igual forma, algunos de los estrechos pasajes que parten de las cámaras del Rey y de la Reina del interior del monumento estarían orientados a estas estrellas o a la estrella Sirio, identificada por lo egipcios con la diosa Isis, esposa de Osiris.

Nuevas cámaras en la Gran Pirámide
En 1993, el ingeniero alemán Rudolf Gantenbrink, mientras limpiaba el canal sur que parte de la Cámara de la Reina, a 65 metros de altura de este pasaje de 20 por 20 centímetros, halló una pequeña “puertecilla” con dos pomos metálicos en la parte frontal. En 2002 científicos de National Geographic Society realizaron una complicada operación ayudándose de un robot, el Pyramid Rover, con el que perforaron la puerta descubriendo un escueto pasaje sellado con una nueva puerta. Días después, explorando el canal norte, los científicos dieron con una puerta idéntica a la del pasadizo sur.

La datación de Gizeh
Los últimos análisis de carbono 14 realizados sobre elementos orgánicos descubiertos en las pirámides de Gizeh, retrasan su cronología al menos 150 años. Algo parecido sucede con la Esfinge. Atribuida siempre al faraón Kefrén por un texto fragmentario que había en la llamada Estela del Sueño que se levanta entre sus patas, este león de piedra es hoy retrasado a la época de Djedefre (2520 a. C.) o incluso a Keops. No obstante, la datación más polémica es la geológica. En 1993 Robert Schoch, de la Universidad de Boston, presentó pruebas basadas en las acanaladuras del león que demuestran su erosión entre el 5000 y el 7000 a. C., es decir, unos 2.000 años más antigua de lo pensado. ¿Es la Esfinge un icono prefaraónico, amoldado en época de los grandes reyes de Egipto?

Meidum y sus cámaras secretas
A simple vista, la pirámide de Meidum parece un zigurat mesopotámico. Su construcción se atribuye al faraón Esnofru, padre de Keops. Originalmente debió de medir los 93 metros de altura y 147 de lado. Siempre se ha creído que la pirámide de Meidum contaba con una sola habitación. Sin embargo, un equipo francoegipcio descubrió en 2000 que también existen dos pequeñas habitaciones. Además, en paralelo y por encima del pasillo descendente que se emplea para llegar hasta la cámara funeraria se ha descubierto otro pasillo.

El Cairo oculto
Lejos de los itinerarios convencionales de corte faraónico, El cairo cuenta con otros lugares misteriosos. La iglesia copta de Santa María del Zeytun protagonizó entre 1968 y 1973 una de las apariciones marianas más espectaculares y mejor documentadas de la época moderna. Un poco más al norte, camino del aeropuerto tenemos el palacio del barón Emban levantado en 1909. Se trata de un exótico edificio de tradición hindú, hoy abandonado, con una torre en la que el excéntrico barón se construyó un dormitorio giratorio que seguía el recorrido del Sol. En sus salas interiores sectas locales han llegado a realizar rituales satánicos.
Por último, en el centro de la ciudad tenemos la mezquita de Ahmed Iben Tulún (s. IX), la más grande de El Cairo medieval. Fue construida con dinero obtenido del saqueo de tumbas. De ahí la creencia local en una maldición que ha perseguido continuamente a este lugar, siendo devorado en varias ocasiones por el fuego.

“El templo del hombre”
Rene Adolf Schwaller de Lubicz fue un filósofo y esoterista alsaciano que pasó a mediados del XX quince años investigando el templo de Luxor. Atraído por la armonía de sus formas, descubrió entre sus muros la sección áurea o número de oro. Para De Lubicz la desviación del eje que caracteriza a este templo se debió al triple eje trazado por los arquitectos egipcios a partir del cual todas las partes del edificio, incluso las que se construyeron en época posterior, poseían una orientación relacionada con una parte de la anatomía humana. La cabeza coincide con la capilla interior de Amón, las clavículas lo hacen con paredes y las costillas con la sala de columnas. Además, el abdomen queda a la altura del gran patio de Amenofis III y las dos rodillas con los dos colosos de Ramsés II.

La leona Sekhmet
El santuario más singular ubicado dentro del recinto de Karnak es el de Ptah, el dios de los artesanos de Menfis. Lo más impresionante y mágico de todo el lugar es la oscura capilla que hay justo a la derecha. Rodeada de un pequeño halo de luz procedente de un estrecho ventanuco ubicado en el techo de la habitación, nos encontramos con una impresionante estatua de la diosa Sekhmet, la divinidad leonina de los antiguos egipcios. Este lugar es el predilecto de los sensitivos que se acercan a experimentar sus energías en el país de los faraones.

Las “armas” de los faraones
En las criptas del templo de Dendera, dedicado a la diosa Hathor, se conservan relieves de rituales mágicos con instrumentos que algunos investigadores han identificado con bombillas eléctricas. Toda una afrenta a la ciencia moderna. En realidad, no son más que estelas de los cultos de Osiris de este lugar.
Por su parte, tras cruzar la entrada porticada que da acceso al templo de Abydos, dedicado a Osiris, en la primera sala de columnas a casi 10 metros de altura existe una inscripción jeroglífica única. En ella se observa perfectamente un helicóptero, un carro de combate y, bajo éste, un submarino o un pequeño aeroplano. En realidad no es el armamento de Ramsés II sino una caprichosa formación conseguida debido a la superposición de dos inscripciones jeroglíficas.

La tumba de los hijos de Ramsés
La llamada KV 5 del Valle de los Reyes sigue siendo excavada desde que en 1995 Kent Weeks descubriera más de 150 cámaras desconocidas. Justo enfrente de esta tumba se encuentra la de Ramsés II (KV7) que, al igual que la de Ramsés VI (KV9), posee extraños dibujos que han sido identificados con figuras de “extraterrestres”. No olvidemos que la complejidad de los textos funerarios egipcios no ha sido desvelada finalmente hasta hace pocas décadas. A comienzos de siglo, egiptólogos tan importantes como el alemán Adolf Erman pensaban que todos esos dibujos eran el producto de un artista demente.

Edfu y Kom Ombo
La visita a Edfu se reduce al templo de Horus. El santuario alberga los únicos restos conocidos hoy sobre los polémicos Seguidores de Horus que podemos ver en el peristilo; una suerte de héroes que gobernaron Egipto hace casi 15.000 años. En otro sentido, la iglesia copta de Santa María de Edfu protagonizó espectaculares apariciones marianas en 1982.
El templo de Kom Ombo, identificado con el dios cocodrilo Sobek, tiene una estructura interna doble, guardando la misma disposición de un templo convencional pero como si hubiera sido proyectado sobre un espejo. Al fondo hay dos altares o polaridades energéticas: Sobek a la derecha (negativa) y Haroeris a la izquierda (positiva). El templo fue un lugar de sanación. Las figuras de los prisioneros tienen las cabezas socavadas debido a que los enfermos las tocaban en la antigüedad para desprenderse de sus enfermedades. En el peristilo del fondo se conserva una curiosa representación de material quirúrgico, con elementos idénticos a los de los médicos modernos.

Recomendaciones para tu viaje a Egipto
Las temperaturas medias en Egipto en verano no superan los 35-36 grados con una gran humedad en el norte (El Cairo) y mucho más seco en el sur (Luxor y Aswan). La ropa que llevemos tiene que ser cómoda. De algodón a ser posible. En verano una camiseta de manga corta y unos pantalones también cortos. Las mujeres deben evitar ropas escotadas. No hay problema en llevar tirantes pero es recomendable llevar en la mochila un pañuelo para poder taparse los hombros en caso de entrar en algún lugar público. El calzado ha de ser cerrado y con calcetines de algodón. Botas, lo mejor, o zapatillas de deporte. Algo cómodo y que ya esté estrenado. Las gafas de sol son imprescindibles. Igual que algún sombrero de ala ancha, gorra o pañuelo para la cabeza. Las cremas para el sol también son necesarias, especialmente en verano. Menos en los museos, es posible hacer fotografías en todos los sitios de las visitas. De igual forma, en el Valle de los Reyes o en el resto de necrópolis del país (Gizeh, Sakkara, Tebas, etc.) tampoco se puede hacer fotos dentro de ninguna tumba. En los exteriores sí. El vídeo es un poco más restrictivo y conviene preguntar al guía.

© Nacho Ares 2007

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