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LA KV63

Sep 2006

Publicado en Revista de Arqueología nº 305, septiembre de 2006. Actualizado el 26 de agosto de 2014

Fotos cortesía SCA

No es extraño que sea el Valle de los Reyes el lugar que más impresiona a muchos de los visitantes de Egipto. Solamente el marco rocoso de la montaña tebana es incomparable. Por otra parte, la belleza de las más de 75 tumbas que se encuentran en la necrópolis real de Tebas, ya sea en el valle o en sus proximidades, es algo más que el legado artístico de una fascinante civilización.
Biban el Moluk (las puertas de los reyes) que es el nombre árabe de la necrópolis, fue utilizada por primera vez a comienzos de la dinastía XVIII (ca. 1570 a. de C.), en un intento desesperado cercar todas las tumbas en un lugar fácilmente vigilado, evitando así los continuos saqueos. El Primer Arquitecto del faraón Tutmosis I, cuyo nombre era Ineni, tuvo la original idea de cambiar la tradición milenaria de enterrar a los reyes en lugares distantes entre sí, excavando todas las tumbas en un mismo recinto. Por esta circunstancia, el conocido Valle de los Reyes de Tebas se convirtió en pocos años en la necrópolis más importante de todo Egipto; 4.000 metros cuadrados para el enterramiento de los grandes faraones de las dinastías XVIII, XIX y XX.
Sobre una estela de la capilla funeraria de la tumba del arquitecto Ineni en las colinas de Gurna (Tebas), que, por cierto, no pudo escapar al asalto de los ladrones, se conservó una escalofriante inscripción relativa al momento de la construcción de la tumba de su señor Tutmosis I. En ella, Ineni afirmaba que supervisó “la excavación de la tumba de Su Majestad en solitario, sin que nadie viera ni oyera nada”. Según el arqueólogo Howard Carter, los obreros debían de pasar del centenar y “lo más probable es que las obras fueran ejecutadas por prisioneros de guerra que, una vez acabado su trabajo, fueron asesinados”.
Al fin y al cabo, la idea de Ineni no tuvo éxito. Si descontamos el hallazgo de la tumba de los padres de la reina Teye —esposa de Amenofis III—, Yuya y Tuya, la de Tutankhamón, y la reciente KV63 todos enterramientos del Valle de los Reyes aparecieron totalmente esquilmados.

El interior de las tumbas

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Las tumbas del Valle de los Reyes tuvieron una estructura tipo dependiendo del período histórico. Normalmente todas ellas estánexcavadas a partir de una escalera que da acceso aun pasillo descendente y diferentes cámaras para ofrendas o tesoros. Finalmente se excavaba la cámara del sarcófago decorándola con varios textos mágicos. Muchas de ellas poseen un pozo que ha desatado varias polémicas. Dos han sido las teorías que más o menos se han hecho con un hueco en el panorama egiptológico. Por una lado se da a estos pozos una función arquitectónica con el fin de recoger las aguas que pudieran entrar en la tumba por las copiosas tormentas que cada 70 años asolan la necrópolis. De esta manera, se salvaba la cámara del sarcófago. Otros prefieren pensar que no era más que una capilla dedicada al dios Sokaris, identificado con el mundo de los muertos, encajando la habitación así en el mundo de las creencias.
Además de la estructura interna y la disposición de las salas, según el período y los reyes, las tumbas tuvieron uno u otro aspecto. Por ejemplo, en la época de los tutmósidas, durante la XVIII dinastía, la cámara del sarcófago siempre tenía forma de cartucho, el óvalo en el que los reyes escribían sus nombres y la disposición de las cámaras describía una “L” con dos ejes. Por el contrario, en la dinastía siguiente, en la ramésida se vuelve a la cámara con esquinas pero se pintan los fondos de las escenas de las tumbas de color amarillo, desarrollando las habitaciones a lo largo de un único eje, en forma de siringa. En la orilla oriental de la moderna ciudad de Luxor, la antigua Tebas, se encuentra la necrópolis del Valle de los Reyes. Escenario de granes descubrimientos de la historia de la arqueología (aquí apareció hace 84 años la tumba de Tutankhamón), ha vuelto a la primera plana de los medios de comunicación al haberse descubierto en él la conocida ya como KV63. En su interior han aparecido siete ataúdes de madera y veintiocho jarras. La ausencia de nombres y de textos aclaratorios, que nos permitan saber a quién perteneció esta tumba siguen haciendo de la KV63 el punto obligado de interés de todos los aficionados a la egiptología.
En los primeros días del mes de febrero de este año 2006, todos los medios de comunicación se hicieron eco de la noticia. En el Valle de los Reyes de Luxor había aparecido una nueva tumba. Se trataba del primer sepulcro aparecido en aquel lugar desde que en 1922 el inglés Howard Carter descubriera la última y también la más espectacular de todas las de la necrópolis, la de Tutankhamón.
Y en esta ocasión, el comunicado lanzado por el Consejo Superior para las Antigüedades de Egipto (SCA) parecía estar respaldado con un acontecimiento de importancia real. El comunicado nada tenía que ver con otros rimbombantes anuncios de “la momia más hermosa de Egipto”, “10.000 momias cubiertas de oro, el hallazgo más impresionante desde la tumba de Tutankhamón”; noticias que a los dos días se disuelven como un azucarillo al descubrir los periodistas que, efectivamente, allí no hay tanto oro como se decía, ni la importancia del descubrimiento era para tanto.
Sin embargo, la nueva tumba, la KV63, ha supuesto un verdadero hallazgo. Algo parecido sucedió hace poco más de una década con el redescubrimiento de la KV5, una pequeña tumba hallada en el siglo XIX, perdida bajo toneladas de escombros y que en 1995 fue recuperada por el americano Kent Weeks (ver RdA 290). Lo que en un principio se creía que era una simple habitación con pilares supuso en realidad el hallazgo de la tumba más grande de todo el Valle de los Reyes con decenas de cámaras y pasillos subterráneos que recorrían el subsuelo de la necrópolis. Pues bien, en aquel momento todos los medios se hicieron eco de la KV5 al igual que hoy lo han hecho con la KV63.

El verdadero hallazgo

kv63_03-nacho_aresLas siglas KV hacen referencia al nombre en inglés King’s Valley, Valle de los Reyes, al que se añade un número correspondiente al listado oficial de tumbas de esta necrópolis real.
El descubrimiento de la KV63 ha sido realizado por el Instituto de Arte Egipcio de la Universidad de Memphis (Estados Unidos), dirigido por el arqueólogo estadounidense Otto Schaden. El verdadero espacio de trabajo de esta misión era la cercana KV10 perteneciente al faraón Amenmesse. Ya en el otoño de 2005 los resultados de un barrido realizado con sondas señalaba la presencia de un pozo excavado bajo el suelo, agujero que con el paso de los meses se ha convertido en la KV63.
Sin embargo, el hallazgo en realidad se había producido varios años antes. El enclave en el que ahora trabaja el equipo de Schaden estuvo hasta el año 2000 bajo la supervisión de la Universidad de Durham y su Amarna Royal Tombs Project (Proyecto de las Tumbas Reales de Amarna). A la cabeza del equipo estaban el profesor emérito Geoffrey T. Martin y el también egiptólogo británico Nicholas Reeves (véase RdA 287).
El ARTP lo único que hizo fue confirmar los estudios que ya en el año 1976 se habían realizado con sónar en aquel lugar. Con ello pretendía dar cierto apoyo a la posibilidad de que en esa parte del centro del Valle de los Reyes aún quedaran tumbas sin excavar pertenecientes a la época de Amarna, aquélla vinculada a la figura de Amenofis IV, Akhenatón, y a su esposa Nefertiti (ca. 1350 a. de C.). Precisamente, una de las pistas que seguían los arqueólogos británicos era el hallazgo de la tumba de esta conocida reina.
El ARTP estuvo trabajando durante 1998 y 2000 en tres campañas desarrolladas entre las tumbas KV9 (Ramsés VI) y la KV56 (la conocida como Tumba de Oro, identificada por error con la de Tutankhamón a principios del XX). En este lugar, el equipo británico abrió una enorme trinchera de 3 metros de profundidad en la que aparecieron ostraca, cerámica, fragmentos de ushebtis, y un fragmento del sarcófago de Horemheb, cuya tumba está a pocos metros.
De forma inesperada, el Consejo Superior para las Antigüedades de Egipto retiró el permiso de excavación al ARTP. Una serie de problemas entre algunos miembros del equipo y representantes de las instituciones egipcias dieron al traste con un atractivo proyecto arqueológico. Entonces, sin esperarlo y sin conocer la importancia de los hallazgos, hasta ese momento inéditos, realizados por los británicos, el SCA entregó el permiso al equipo de Memphis, dejándoles sin saberlo ante los pies de un gran descubrimiento.

El interior de la KV63

kv63_04-nacho_aresEl equipo de Otto Schaden no tardó en dar con los restos de las chozas de los constructores de época ramésida y junto a ellas, el comienzo de una depresión en el suelo. Todo parecía indicar que se trataba de un pozo hecho por manos humanas, de 1,95 por 1,53 metros de lado, en cuya parte más profunda, solamente quizás, podría existir el acceso a una tumba olvidada durante casi 3.500 años.
Efectivamente, a 4,5 metros por debajo del nivel del suelo del valle, el pozo acaba en un puerta cerrada con lascas de piedra caliza. El primer vistazo al interior seguramente recordó a Otto Schaden el memorable momento en el que Howard Carter se deleitó con el interior de la cámara funeraria de la tumba de Tutankhamón. Lo que Schaden vio no lo había soñado nunca antes. Una pequeña habitación servía de lugar de reposo a siete ataúdes de madera pintados de negro (en la primera inspección solamente se contaron cinco) rodeados por veintiocho jarrones blancos de unos 70 centímetros de altura y unos 40 kilogramos de peso cada uno. Tanto el aspecto de los ataúdes como la tipología de los vasos de cerámica no ofrecían duda alguna sobre su cronología: finales del Imperio Nuevo, quizás el reinado de Tutankhamón (ca. 1332 a. de C.), tal y como habían sospechado los egiptólogos británicos del Amarna Royal Tombs Project. Más tarde, la aparición de varios sellos pertenecientes al reinado de Tutankhamón ha relacionado directamente a la KV63 con este período.
Tan abrumador trabajo necesitaba la presencia de un grupo importante de expertos. El equipo de especialistas estaba dirigido, como ya se ha señalado, por Otto Schaden. En él han trabajado el Dr. Lorelei Corcoran, director del Instituto de Arte Egipcio y Arqueología de la Universidad de Memphis, el profesor retirado Earl Ertman de la Universidad de Akron, George B. Jonson, fotógrafo especialista en arqueología y los jóvenes egiptólogos Heather Alexander y Alistair Dickey.
A medida que iban apareciendo los objetos y se presentaban nuevos problemas en el día a día, otros especialistas se sumaron al equipo de arqueólogos. Entre ellos hay que destacar la presencia de la egiptóloga Salima Ikram o de la española Pía Rodríguez Frade, conservadora del Proyecto Djehuty dirigido por José Manuel Galán y que en esas fechas de principios de febrero trabajaban en su excavación en Dra Abu el Naga, cerca del Valle de los Reyes.

¿Qué es la KV63?

Algunos de los ataúdes de madera tenían una máscara de color amarillo con rasgos típicos del reinado de Amenofis III o posterior a este soberano, es decir, el reinado de Tutankhamón, tal y como ya se ha apuntado. Desgraciadamente el estado de los ataúdes es muy precario. Las termitas habían hecho bien su trabajo a lo largo de casi 3.500 años destrozando por completo la estructura de las cajas, haciendo peligrar la integridad física de los ataúdes. Un movimiento en falso y cualquier objeto se convertía en polvo. El trabajo de la doctora Nadia Lukma fue básico para la conservación de los ataúdes.
Durante los meses sucesivos al descubrimiento, los arqueólogos han estado trabajando en los hallazgos de la tumba. Se trata de una sola habitación en forma de “L” en donde han aparecido amontonados los siete ataúdes y las veintiocho jarras blancas. En primer lugar se llevó a cabo con mucho cuidado el vaciado de la cerámica. Los ataúdes estaban obstruidos por algunas de estas enormes jarras, por lo que se hacía obligatorio retirarlas para poder acceder a lo que en un principio podía tener más atractivo, los ataúdes.
A medida que avanzaban los días y se desarrollaba el trabajo sobre las piezas, los interrogantes comenzaban a crecer. En las jarras solamente había restos de materiales empleados en la momificación, pero ¿de quién? Los pocos textos que se han encontrado en restos fragmentarios de cerámica descubiertos dentro de las jarras blancas no han vertido nada de luz para descifrar el enigma de la KV63. Siguen faltando los nombres.
Por su parte, los ataúdes generaron la misma frustración en los investigadores. En su interior no había restos humanos, sino restos de tejidos, cerámica, natrón, etcétera, es decir, posiblemente desperdicios dejados allí por los momificadores. Las preguntas seguían sin respuesta. Una cosa estaba bien clara. A pesar de la riqueza de los ataúdes, su tipología no se parecía a la empleada en los soberanos de este período. Solamente uno de ellos, el colocado al final de la habitación, parecía contener tres bandas de jeroglífico cubiertas posteriormente por el betún negro. Todavía el texto no se ha estudiado.
En un momento dado, apareció en el interior de una de las jarras un sello de arcilla con el nombre de Ankhesenamón, la esposa de Tutankhamón. Sin embargo, nada parecía indicar que nos encontráramos ante el enterramiento real de la esposa principal de un faraón. No obstante, la KV63 sí podría ser parte de una estrategia utilizada por los antiguos sacerdotes para enterrar y olvidar elementos relacionados con el reinado de este faraón.
A principios de la primavera, todos los ataúdes habían sido abiertos y en ninguno de ellos apareció restos de momia alguna.
Las respuestas al problema planteado por la KV63 no tiene un solución fácil. Podría tratarse de un simple almacén utilizado para guardar elementos de la momificación de algún rey; algo muy común en otras “tumbas” del Valle de los Reyes, como la KV54 en donde aparecieron los restos del proceso empleado con este conocido rey. También podría tratarse de un caché, un escondite utilizado en época faraónica para esconder restos humanos u objetos de algún rey. Ésta es la función que debió de tener la cercana KV55, en donde aparecieron fragmentos de capillas, ataúdes y vasos canopos, así como una momia que hoy todos los expertos parecen identificar con el mismísimo Akhenatón.

Nuevos hallazgos

El Amarna Royal Tombs Project no tardó en reconocer el trabajo del equipo de Otto Schaden. Admitió que ellos nunca habían puesto en conocimiento de los americanos la existencia de la KV63, admitiendo así el valor del hallazgo de los egiptólogos de la Universidad de Memphis. Sin embargo, para dejar las cosas claras y que no vuelvan a surgir posibles malentendidos, Nicholas Reeves adelantó en algunas publicaciones especializadas la existencia de otro pozo, descubierto por el ARTP hace más de cinco años. Esta nueva tumba, que debería llevar el número de KV64 se encontraría junto a una de las esquinas del muro que rodean la entrada a la de Tutankhamón, justo en el centro del Valle de los Reyes (la KV63 está a 14,5 metros de este mismo lugar). Finalmente el número KV64 se lo ha llevado otra tumba encontrada en el camino de llegada a la de Tutmosis III y que pertenecía a una sacerdotisa, Nehemes-Bastet, de la dinastía XXII (ca. 900 a.C.) descubierta por el equipo de la Universidad ed Basilea dirigido por la Dra. Susanne Bickel.
Aunque el trabajo en la KV63 se da por terminado, aún se desconoce su finalidad. El anuncio de que muy posiblemente exista una nueva tumba en este lugar del valle abre nuevas expectativas sobre el verdadero significado de la necrópolis y de los secretos que aún se guardan en ella.

© Nacho Ares 2014

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