Este artículo apareció en el número 67 de la revista Enigmas (mayo 2001) y se publicó también el La Historia Perdida II (Edaf 2003).
Personajes como el inefable Hércules Poirot, la delicada Miss Marple o novelas de la talla de Diez Negritos, La muerte de Rogelio Acroyd, o El misterioso caso de Styles, son parte del legado literario de Agatha Christie. En la primera entrega de La Historia Perdida acababa el libro con la presentación de Beatrix Potter, autora de personajes tan universales como Peter Rabbit, Perico el Conejo Travieso, el mismo que me acompaña en la fotografía de la solapa del libro. En esta ocasión, por qué no, he querido acabar este libro con una historia singular protagonizada también por una mujer especial. Son muy pocos los que conocen que en la vida Agatha Christie hubo un momento inesperado que sigue desconcertando a todos sus biógrafos.
En 1997 la prestigiosa cadena de televisión británica BBC, emitió un insólito documental acerca de uno de los momentos más enigmáticos en la vida de la novelista. Para un proyecto tan delicado se contrataron los servicios de uno de los mejores investigadores y a la par, conocedores de la vida de esta extraordinaria mujer. El nombre de este asesor era Jared Kade y su trabajo, además de ser volcado en el guión del documental, al año siguiente vio la luz en forma de libro. Con el sugestivo título de Agatha Christie and the Eleven Missing Days (Londres 1998) (“Agatha Christie y los once días perdidos”). En su libro, el investigador británico relataba con todo lujo de detalles uno de los capítulos más oscuros de la vida de esta escritora de novelas policíacas y de teatro: su misteriosa desaparición en diciembre de 1926, circunstancia que mantuvo en jaque a toda la sociedad británica de los felices año 20.
Agatha Christie Mallowan nació en 1891 en Torqay (Gran Bretaña). Su prolífica carrera como escritora comenzó en 1920 con la publicación de El misterioso caso Styles y que supuso al poco tiempo de salir a la calle todo un éxito editorial sin precedentes. Tras casarse con el coronel Archibald Christie, de quien tomaría su apellido para el resto de su vida, acabó divorciándose de él en 1928. Dos años después Agatha Christie realizó un viaje por Irak y Siria. En su visita a la ciudad bíblica de Ur tuvo la oportunidad de ver in situ la excavación que Michael Wooley estaba llevando a cabo en las espectaculares tumbas reales que ya he mencionado en dos capítulos de este libro. En esta excavación conoció a Max Mallowan, 15 años más joven que ella, secretario del propio Wooley y que años más tarde recibiría el título de Sir por su excepcional trabajo como arqueólogo y catedrático en Londres. Desde entonces no se separaría nunca de él, circunstancia que le sirvió para recopilar información que luego vertió en algunas de sus novelas policíacas más conocidas como Asesinato en Mesopotamia (1930), Poirot en Egipto (1937), Cita con la muerte (1938) y La Venganza de Nofret (1945).
La fría noche del viernes 3 de diciembre de 1926, Agatha Christie desapareció repentinamente sin dejar una sola huella. A las once de la mañana del día siguiente el superintendente de la policía de Surrey puso por escrito el informe de un supuesto accidente de tráfico que había tenido lugar en Newsland Corner, muy cerca de Guildford. Allí había aparecido el vehículo de dos asientos tipo Morris de Agatha Christie, metido en la cuneta y con el capó empotrado en unos matorrales. No había ninguna señal de la escritora. Sin embargo, todo parecía señalar que no podría haber ido muy lejos ya que, en pleno y crudo invierno, la escritora se había atrevido a dejar dentro del coche su abrigo de piel.
La misma tarde del día 4, la noticia ya había llegado a oídos de la prensa. No tardaron en especular con la posibilidad de un misterioso suicidio o yendo más lejos, que la propia Agatha Christie había protagonizado una historia similar a las que ella misma planteaba en sus novelas. En los días sucesivos se organizaron varias redadas para buscar alguna pista de la célebre escritora en los alrededores de Newlands Corner. Pero todas ellas resultaron infructuosas.
La misteriosa desaparición acabó el día 14 de ese mismo mes de diciembre. Once días después del comienzo de los hechos el gerente de un balneario en Harrogate, al norte de Yorkshire, descubrió sorprendido que una de las mujeres que permanecían como huéspedes en su hotel parecía corresponderse con las fotografías que la prensa había publicado de Agatha Christie. Tras avisar a la policía y llegar la noticia a oídos de su esposo, éste cogió el primer tren de la tarde para ir a buscar a su mujer.
Al parecer, la escritora había reservado una habitación de lujo en la primera planta por siete guineas a la semana y, en palabras del gerente del hotel, parecía “normal y feliz. Bailaba, cantaba y jugaba al billar, leía los periódicos relativos a su propia desaparición, charlaba con otros huéspedes del balneario, e incluso se iba a dar paseos con ellos”.
Todos sus biógrafos y la propia explicación que se dio en la época es que por razones desconocidas, Agatha Christie sufrió una repentina amnesia. Sin embargo, parece increíble que la escritora no fuera capaz de reconocerse en las fotografías de los periódicos que precisamente hablaban de ella misma. Otros pensaron en un posible montaje publicitario. Por su parte, el documental de la BBC proponía una nueva explicación al caso. Según ésta, Agatha Christie en realidad confeccionó el extraño montaje para espiar las infidelidades de su marido, Archibald Christie, que, dándole la razón, acabó separándose de ella al poco tiempo al confirmar que tenía una amante. En cualquier caso, nadie ha podido añadir la última palabra sobre la desaparición de la más insigne escritora de novelas policíacas de todos los tiempos.
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