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Reyes, oficiales y soldados. Descripción del ejército egipcio

Ago 2004

Publicado en Revista de Arqueología nº 280 agosto 2004

En la complicada estructura del ejército egipcio son aún muchas las lagunas que quedan por cubrir. En las últimas décadas se han podido reconstruir y dar nombre a los diferentes elementos que han dado forma a la estructura del ejército faraónico. En la misma tesitura se encuentran los tipos de armas, métodos de transporte y las tácticas empleadas en la guerra que han conseguido salvar el paso del tiempo y llegar hasta nosotros gracias a los textos y las excavaciones.
La Antigüedad se encuentra repleta de momentos bélicos en donde cada protagonista hace gala de sus mejores maneras dentro del oficio de la guerra. Por su parte los pueblos integrantes del Oriente Antiguo, y en especial el egipcio, no hicieron más que interpretar esta dinámica cada uno de una forma particular. Para la formación de estados y, sobre todo, la ampliación de los límites de éstos, era necesario poseer un contingente importante de soldados que, además de contar con la lógica disciplina, desempeñaran dicha labor expansiva, por otro lado, natural en el ser humano.
La civilización que nos atañe, Egipto, no cabe duda de que desempeñó un papel notabilísimo dentro de su entorno, si bien es verdad que su incorporación al mismo fue relativamente tardía. No obstante, debemos señalar que la etapa gloriosa del expansionismo militar egipcio, que le otorgó la posibilidad de controlar territorios más allá de sus límites tradicionales, pertenece a un momento bastante avanzado en su historia, a partir del año 1567 a. de C. con la expulsión de los hicsos. Hasta entonces Egipto estuvo sumido en una especie de “sueño histórico” que le mantuvo al margen de beligerancias externas importantes. Uno de los factores, quizás el principal, que hizo posible esta ausencia fue el entorno físico que envolvía esta cultura. Egipto no es más que un gigantesco desierto atravesado por un río, el Nilo, cuyas márgenes, no más de cinco kilómetros por vera, proporcionaban todos los productos básicos que el ser humano podía necesitar al mismo tiempo que una protección natural contra elementos externos. En este sentido, Egipto, arropado por este ambiente agreste, tardó un tiempo dilatado en descubrir la realidad que le rodeaba.

Elementos básicos del antiguo ejército

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La unificación de este país hacia el 3100 a. de C. precisó la existencia de una suma de efectivos militares capaz de desempeñar tan vasta tarea con éxito. Por desgracia, desconocemos cómo era la estructura interna de este ejército en estos primeros momentos, únicamente reseñado por la celebérrima Paleta de Narmer, faraón que llevó a buen fin la unión de la provincia norteña (Bajo Egipto) y la sureña (Alto Egipto) en un único estado. En esta paleta de esquisto se nos presenta, en un bajorrelieve muy somero, al faraón Narmer sometiendo a su enemigo por la cabeza antes de atestarle el golpe de gracia con su maza. Este tema artístico más que la representación de un hecho real, parece tener visos de ser un tema simbólico que daba a entender la superioridad del egipcio sobre el extranjero, tal y como vemos en otras representaciones plásticas posteriores.
Suponemos que en esta primera etapa de la historia de Egipto, denominada Imperio Antiguo y que abarca, grosso modo, desde el 3100 al 2150 a. de C., los contingentes militares estaban formados por milicias provenientes de aquellas provincias, nomos, en las que estaba dividido el país, que reconocían al nuevo faraón. También es posible que existieran una especie de guardias personales para cada gobernador provincial, nomarcas, que desempeñaban su función en su propia ciudad.
El ejército, entonces, poseía a grandes rasgos la siguiente estructura. A la cabeza se encontraba un visir, ayudado por un director de los arsenales, encargado de suministrar armas y alimento a las tropas, y un director de infantería, encargado del entrenamiento y organización de las tropas, todas ellas, repetimos, de infantería. Al no haber agresiones externas de consideración, salvo alguna rafia, más de ladrones que de algún grupo organizado, no hacía necesario la creación de un ejército más estable, cosa que sí ocurrirá con posterioridad, cuando Egipto, al fin, descubrió el poder de sus vecinos y que las intenciones de éstos eran muy similares a las suyas.
La proliferación de estos ejércitos locales al mando de nomarcas, en muchos casos descentralizadores y separatistas, tuvo como corolario una rebelión intestina que dio paso a una nueva separación de Egipto en diferentes provincias, reunificadas por segunda vez con el paso de los años —ca. 2000 a. de C.— por iniciativa de la ciudad de Tebas. Esos nomarcas llegaron a conseguir tal poder económico, debido a una desafortunada política del gobierno central, que gratificaba sus servicios por medio de la donación de tierras que, en sus ejércitos locales, integraron mercenarios de los países vecinos, especialmente nubios (el actual Sudán) y libios.
En este momento las armas utilizadas por los egipcios serán muy similares, dentro de su arcaísmo, a las que se emplearon con posterioridad. El arco era el arma de largo alcance, compuesto por dos cuernos de antílope unidos por una pieza de madera o todo él hecho de este material, ligeramente convexo en los extremos. También la lanza y, sobre todo, cualquier tipo de porra, cachiporra o arma arrojadiza, indispensables para la lucha cuerpo a cuerpo.

El ejército en el Imperio Medio

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En el Imperio Medio —desde el 2000 hasta 1780 a. de C.—, con capital en Tebas, se puso fin a esa política catastrofista llevada a cabo en el período anterior y se intentó enmendar el problema del ejército con una fuerte reestructuración en el mismo. En este sentido se dio prioridad a la creación de un contingente de tropas estables con base principalmente egipcia. Eran denominados “los que viven en la milicia o los que siguen a su

La revolución armamentística

Majestad”, pasando a formar parte en este servicio permanentemente, de suerte que eran despedidos de su lugar natal como si se tratara de fallecidos, ya que se tenía conciencia de que no volverían a ser vistos jamás.
Es ahora, pues, cuando se consigue configurar un auténtico ejército de infantería formado por lanceros y arqueros principalmente. Aquéllos eran propiamente egipcios y portaban grandes escudos de cuero y lanzas. En cambio los arqueros eran nubios. Esta averiguación se deduce del estudio de la tumba del nomarca Mesehti en Assiut en donde se hallaron sendas maquetas de grupos de soldados con estas características, aunque en lo que respecta a los arqueros nubios, tenemos fuentes que nos informan acerca del carácter minoritario, no ya de los nubios como arqueros sino de los mercenarios en general, a los que habría que sumar los libios.
Cada uno de estos dos grupos suponía, más o menos, la mitad del total. El sistema en que se basaba la ordenación de los efectivos era, al igual que en todos los aspectos de la vida egipcia, el decimal, encontrándonos con unidades de 100, 600, 1.000, 2.000, y 3.000 soldados.

No obstante la verdadera revolución llegó con la invasión de Egipto por parte de los hicsos, pueblos asiáticos que penetraron en Egipto a fines del Imperio Medio y que lo dominaron hasta su liberación en el año 1567 a. de C., momento en el que comienza la época de expansionismo militar en el Antiguo Egipto, denominada Imperio Nuevo. La revolución vino por una doble vía: nunca habían sido sometidos los egipcios por un pueblo extranjero, y sobre todo, la introducción del caballo y, por ende, la rueda y el carro, en la cultura egipcia. Este acontecimiento, para nada trivial, revolucionó sobremanera el mundo del ejército, especialmente desde el punto de vista cualitativo, permitiéndole una mayor movilidad en el campo de batalla y que tantos éxitos les proporcionaría.
Para esta época las huestes se dividían en dos grandes divisiones, que con el tiempo y debido a ese expansionismo hacia el Próximo Oriente se fueron sumando dos más, siendo las cuatro facciones que participaron con Ramsés II en la célebre batalla de Kadesh contra los hititas —Amón, Pre, Ptah y Seth de cinco mil individuos cada una— que finalizó con el primer tratado de paz de la Historia. Tras este momento —ca. 1288 a. de C.— se fundó una quinta denominada Phra.
Para este período son mejor conocidas las armas debido principalmente a dos fuentes de información. La primera la arqueología y en segundo lugar los testimonios que nos ha legado el arte egipcio. Así, por ejemplo, un soldado de infantería estaba dotado de una lanza, un escudo de madera recubierto de cuero, una cimitarra y una daga, ambas de bronce, en el cinto y, en ocasiones, una armadura hecha con escamas de bronce. No se conserva ningún resto o prueba artística que nos confirme la existencia de algún tipo de casco metálico para la protección de la cabeza. Por el contrario sí se han preservado ejemplos de una especie de gorrillos fabricados con grueso paño acolchado, de color rojo, verde o negro. También a pie iban los arqueros, egipcios o nubios, quienes únicamente llevaban el arco y su correspondiente gorro en la cabeza.
Los mercenarios que se sumaban a las tropas de infantería no variaban en demasía de los autóctonos egipcios, si bien hacían más uso, principalmente, de sus armas foráneas —diferentes tipos y formas en las espadas, escudos, arcos— aunque perfectamente acoplados a una dinámica singular.
El entrenamiento de estos soldados consistía, esencialmente, en marchas en grupo por el desierto y en la lucha cuerpo a cuerpo. Este último entrenamiento era, también, una de las diversiones más apreciadas por el faraón, quien gustaba de ver estos combates entre soldados como un deporte más. Han sido numerosos los relieves conservados sobre las paredes de las tumbas donde se nos presentan escenas muy ilustrativas de estos combates. La forma de llevar a cabo el choque era normalmente sobre una palestra desde donde se podía apreciar mejor la pugna de los luchadores. También para evitar daños faciales se solían cubrir el rostro con unas gruesas tiras de cuero, haciendo especial hincapié en pómulos y barbilla, al igual que era frecuente el uso de guantes de cuero.
El entrenamiento se completaba con una alimentación variada compuesta principalmente por pan, carne de buey, toda clase de verduras, pastelillos, frutas y sobre todo, la célebre cerveza egipcia, más espesa que la actual y que consistía en sí misma un excelente alimento, aparte de ser una bebida que ocasionaba la embriaguez.
ejercito01-nacho_aresLa vida de soldado no era bien vista por los altos estamentos sociales. En este sentido los escribas solían inculcar a sus alumnos los beneficios del escribano en detrimento de la dura vida militar. Para ello adoctrinaban a sus alumnos a base de transcribir, entre otras literaturas dogmáticas, repetidamente textos en donde se exponía la vida castrense como una pesadilla: “Ven y te contaré sus expediciones a Siria, sus caminatas atravesando las montañas. Lleva su pan y su agua en el hombro, al modo de un asno. Tiene curvada la espalda. Bebe agua en mal estado y por la noche no duerme. Cuando alcanza al enemigo es como un pájaro cogido en una trampa y no le quedan fuerzas en el cuerpo. Cuando llega el momento de volver a Egipto es como una madera corroída por las termitas. Está enfermo y la parálisis le subyuga. Lo llevan a lomos de un asno cuando los ladrones le roban la ropa y su servidor se escapa”. No obstante no fueron pocos los que decidieron abandonar el papiro y el estilete para enrolarse al ejército, al seducir más una factible pronta licenciatura con el obsequio, por parte del estado, de una pequeña tierra para el restos de sus días.

Tácticas de campaña

En lo que respecta a las tácticas militares en el antiguo Egipto, no se desvían en demasía a lo que representaban en otros pueblos de la Antigüedad, donde el pilar básico de la lucha se centraba en el combate cuerpo a cuerpo, destino principal para el que se diseñaba el armamento ligero. No obstante la importancia del tratado firmado entre egipcios e hititas tras la batalla de Kadesh, anteriormente mencionada, nos ha permitido conocer algunos aspectos intrínsecos de la táctica que se desarrolló entre las tropas de Ramsés II y Muwatalis a las afueras de esta ciudad siria. Por ello son varias las interpretaciones que se han desplegado sobre el mapa de la región, por parte de los expertos. También es interesante el testimonio de Jenofonte quien, en su Cyropaedia, dice: “A éstos, los miriarcos los ordenaban cien de frente por cien de fondo porque tal es la regla, dijeron, en su país”.
La ubicación de estos efectivos solía localizarse en puestos fronterizos susceptibles de ser conflictivos, especialmente en las fronteras con Nubia y con la península del Sinaí, esta última ubicación para reprimir la entrada de cualquier contingente asiático. Por otro lado, y únicamente durante el Imperio Nuevo, época en la que Egipto poseía establecimientos territoriales en el Mediterráneo oriental, especialmente Fenicia y Siria, se encuentran pequeñas plazas con un número de soldados específico para las labores de mantenimiento del orden en aquellos territorios, protegiendo así sus intereses económicos centrados exclusivamente en la entrega de los impuestos que debían pagar los territorios ocupados.
También existían pequeños efectivos militares dentro de las propias ciudades al cargo de los nomarcas, únicamente para el gobierno interior de la provincia. Por otro lado, las ciudades contaban con una especie de policía, normalmente soldados nubios, que patrullaban las calles de las poblaciones, día y noche, en un intento de salvaguardar el orden público.

El uso del caballo

Este animal se limitaba, prácticamente, al carro. No conservamos ningún testimonio que nos demuestre la existencia de jinetes para la lucha tal y como ocurría con los asirios, por ejemplo, aunque sí se han conservado figurillas que representan a individuos a lomos de un caballo, pero no parecen ser algún tipo de combatiente. Así pues, el uso más frecuente de este animal estaba vinculado al carro, especialmente en las clases dominantes del ejército, entre las que destacaba el propio faraón. Los numerosos relieves conservados en las entradas de los templos en los que se ve cómo el faraón expulsa desde su carro a los enemigos de Egipto, facilitan la tarea de reproducir el manejo en un vehículo de este tipo.
ejercito03-nacho_aresEl carro era de pequeño tamaño y tirado por dos caballos. Una pequeña cabina de apenas 1,5 metros de ancho y un eje que unía un par de ruedas de seis radios eran los componentes básicos de este carruaje de madera. En él iban montados dos personas -en algunas ocasiones tres- una de las cuales conducía y portaba un escudo que protegía, a la vez, al otro ocupante. Este último era quien llevaba el arco con el que disparaba a los enemigos. El conductor, por su parte, también suministraba todos aquellos artilugios que le solicitara el arquero —otro arco, flechas, una espada, etcétera—. La finalidad principal de este vehículo era la de penetrar en el bloque rival incitando a una inevitable ruptura de sus filas y generar el terror entre los soldados enemigos, a través de el efecto sorpresa.

La guerra en el mar

La marina nunca fue un aspecto destacado en el ejército egipcio. Si bien es verdad que dentro del propio país las comunicaciones se desarrollaban en un porcentaje mayoritario por el Nilo, a la hora de tomar contacto con el exterior preferían el transporte terrestre, en cualquier caso, más sencillo. Si a ello sumamos el escaso interés de los egipcios por conocer lo que acontecía ultramar, deducimos el exiguo papel de la marina en esta cultura. No obstante debemos señalar, por lo atípico del hecho, un momento histórico que supuso, a su vez, la primera batalla naval de la Historia. Nos referimos a la derrota de los pueblos del mar por Ramsés III hacia el año 1170 a. de C. que tuvo lugar en el Delta de Egipto y que fue representada en los muros del templo construido por este faraón en Medinet Habu. La importancia de este hecho estriba, también, en lo extraño que resulta que un pueblo poco familiarizado con el mar obtuviera tal éxito. El material del que se realizaban estas embarcaciones era madera proveniente de países foráneos debido a la escasa calidad de la madera autóctona, si bien muchos de ellos, los de menor tamaño, se fabricaban en papiro, material muy abundante en este país.

© Nacho Ares 2004

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