Este artículo lo publiqué en Revista de Arqueología, nº 327 correspondiente al mes de julio de 2008. Lo hice al poco de que todos los medios de comunicación del mundo se hicieran eco del descubrimiento de una nueva pirámide en la meseta de Gize, «la cuarta». Una historia que pronto se demostró, no tenía ningún sentido y que aquí explico.
La primera semana del mes de junio de 2008 muchos medios de comunicación de todo el mundo se hicieron eco de una noticia. Las autoridades egipcias lanzaban a los cuatro vientos el descubrimiento de una nueva pirámide en la meseta de Gizeh. Ésta no era sino la conocida pirámide del faraón Djedefra (también, Radjedef), construida en Abu Rowash, a unos 8 kilómetros al norte de la verdadera planicie de Gizeh.
El redescubrimiento tenía “truco”. En realidad se quería dar a conocer un documental de televisión del Canal Historia en el que se ofrecían los resultados de las últimas excavaciones en Abu Rowash llevadas a cabo por arqueólogos franceses y suizos desde 1995.
Cuando una noticia lleva por titular “La pirámide perdida de Gizeh” o “La cuarta pirámide de Gizeh”, y se habla del descubrimiento de una pirámide de más de 150 metros, con una pendiente en sus caras de más de 60 grados, la pregunta es obvia. ¿Cómo es que la meseta de Gizeh ha sido visitada por decenas de millones de personas en los últimos años y nadie se había fijado en la existencia de una construcción de tales características?
Si seguimos leyendo la noticia, descubrimos que en realidad la pirámide estaba levantada no en Gizeh sino en Abu Rowash, un emplazamiento que se encuentra a unos 8 kilómetros al norte de la conocida meseta de las tres pirámides. Más tranquilos por dar respuesta a la increíble ceguera de los turistas que a diario se arremolinan en torno a las pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos, no obstante, la pregunta vuelve a saltar. ¿Cómo es posible que una pirámide de más de 150 metros haya pasado desapercibida a los arqueólogos desde hace casi 4.500 años? Aquí vamos a proponer una serie de pautas ceñidas a la lógica de los descubrimientos realizados en las últimas décadas. La noticia gira en torno a la realización de un programa de televisión del Canal Historia que será exhibido en España el próximo mes de septiembre en el que se dan a conocer los datos definitivos de las investigaciones en Abu Rowash.
El “Cielo Estrellado de Djedefra”
El faraón Djedefra reinó en Egipto entre los años 2556 y 2548. En estos 8 años (para otros egiptólogos reinó realmente 23 años) no tuvo tiempo material para construirse un monumento similar al que levantaron otros miembros de su familia antes que él en necrópolis como las de Gizeh o Dashur.
La razón nos es ignorada pero, tras suceder en el trono a su padre, el faraón Keops, se mandó construir su pirámide en Abu Rowash, un lugar que se encuentra a unos 8 kilómetros al norte de Gizeh. El porqué seguramente lo tengamos que buscar en la variación de las ideas religiosas de este período. Djedefra fue el primer faraón en hacerse llamar Hijo de Ra, tradición que quedaría perpetuada en la titulatura de los reyes de Egipto hasta el final de su historia en época grecorromana. Abu Rowash se encuentra más cerca que Gizeh de la ciudad de Heliópolis, la ciudad del sol, en donde residían los sacerdotes que ya en esa época, hace casi 4.500 años, comenzaban a especular con nuevas ideas religiosas que, seguramente, cambiaron la concepción de ver el mundo funerario.
Al contrario de lo que se decía en la noticia, en relación a que la pirámide fue descubierta en el año 1995, los restos de este monumento se conocen desde que fue levantado en el 2548 a. de C. Sí es cierto que la pirámide de Abu Rowash ha sido trabajada por una misión arqueológica francosuiza desde esa fecha, 1995, pero realmente su existencia es sabida desde la propia Antigüedad. A mediados del siglo XIX, cuando el arqueólogo alemán Richard Lepsius hizo el primer listado de pirámides que se conoce, colocó la pirámide de Abu Rowash en primer lugar, por mencionar solamente una de las anécdotas históricas que nos demuestran que este lugar no ha sido descubierto recientemente. En absoluto.
La pirámide que aquí se hizo levantar el faraón Djedefra, llamada en los textos descubiertos en Abu Rowash como el “Cielo Estrellado de Djedefra”, posiblemente nunca fue acabada. Hoy solamente conservamos 11,4 metros de un edificio que pudo haber sido una pirámide normal de caras lisas, una pirámide escalonada o una simple mastaba. Es difícil aceptar que en apenas ocho años de reinado Djedefra pudiera acabar una pirámide. Los estudios realizados por los arqueólogos franceses y suizos, liderados por Michel Valloggia, han señalado que la inclinación de los bloques de la supuesta pirámide debían de estar entre los 47 y los 52 grados. De ser así, una vez acabada la pirámide habría tenido una altura entre los 57 y los 67 metros. No obstante, algunos expertos han señalado que la inclinación real era de uno 60 grados. La noticia hecha pública recientemente hablaba de 64 grados, alcanzando una altura de unos 153 metros, convirtiéndose en la más alta de Egipto. No obstante, aunque la pirámide fuera levantada en una loma de unos 20 metros de altura, parece increíble que alcanzara esa elevación. Por otro lado, no es habitual encontrar pirámides con esa pendiente. Sería otra novedad. En la IV dinastía lo normal es que cuenten con una inclinación de 52 grados, algo que encaja a los ideales religiosos adaptados a la arquitectura y el uso del triángulo sagrado 3-4-5. Las únicas pirámides que se acercan a los 60 grados son las de Meroe, levantadas entre los siglo IV y III a. de C. al norte del actual Sudán.
Hasta ahora, la longitud del lado de la pirámide de Abu Rowash se estimaba en unos 106 metros. Las nuevas investigaciones de Valloggia y del equipo francosuizo parecen alargar esta extensión hasta los 122 metros.
El interior de la pirámide
En la actualidad, como ya he comentado, solamente se conservan unos 11,4 metros del exterior del monumento. En el lado norte una enorme grieta excavada en la roca de la loma, nos hace descender por una pendiente de unos 20 grados a lo largo de casi 50 metros hasta una gigantesca cámara funeraria, también excavada en la roca caliza de Abu Rowash. Este pozo cuenta con una profundidad de unos 23 metros y su superficie es de 20, por 10. La estructura interna de esta cámara subterránea da a entender que hubo dos habitaciones; una antecámara y una cámara funeraria en la que fue depositado el sarcófago. Esta estructura es común en otras pirámides del Imperio Antiguo.
Cuando el arqueólogo inglés Flinders Petrie trabajó en Abu Rowash a principios de la década de 1880, encontró fragmentos de lo que parece ser el sarcófago de granito rojo de Djedefera. No es extraño encontrar en algunos libros que el sarcófago inacabado de este faraón hoy se exhibe en el Museo de El Cairo con una serie de muestras de haber sido trabajado con una enorme sierra. Sin embargo, el mencionado sarcófago de granito no perteneció al faraón de la pirámide de Abu Rowash.
El exterior de la pirámide no es menos desolador. En la esquina suroeste se pueden ver los restos de una pirámide satélite de muy pequeñas dimensiones. En la cara este del conjunto, las ruinas del templo funerario con el hueco excavado en el suelo para colocar la barca sagrada es lo poco que hoy se puede ver en Abu Rowash. En esta zona los arqueólogos descubrieron restos de esculturas del faraón Djedefra pudiendo así identificar el conjunto con el hijo de Keops. Una de las piezas más importantes, conservada hoy en el Museo del Louvre de París, es una cabeza del rey que originalmente debió de estar unida a una esfinge. De ser así, se trataría de la primera esfinge descubierta hasta la fecha. Al sur de la fosa de la barca, se han encontrado los restos de una posible segunda pirámide subsidiaria. Sin embargo, hoy casi todos los expertos aceptan la presencia de una sola pirámide satélite en Abu Rowash localizada en la esquina suroeste.
Desde este lado oriental, la vista de la meseta de Gizeh es impresionante. A pesar de la distancia, recordemos que hay unos 8 kilómetros, las pirámides de Keops y Kefrén se ven perfectamente. Incluso en los días claros es posible ver las pirámides del abuelo de Djedefera, Snofru, en Dashur, a unos 50 kilómetros de allí.
Sobre el lado norte de la pirámide se puede ver el trazo de la antigua calzada cuya extensión debió de ser enorme. Se calcula que debía de alcanzar los 1.700 metros. Su emplazamiento en un alto y su separación del tramo del Nilo obligaron a la construcción de una calzada de estas características para unir la pirámide con el llamado Templo del Valle levantado siempre junto a las aguas del río sagrado.
Cantera improvisada
Lo que nadie ha podido confirmar con precisión es que la pirámide fuera acabada en algún momento. Ya he comentado que los estudios de las últimas décadas dejan abierta la idea de que pudiera ser una simple mastaba, una pirámide escalonada o, como opción menos probable, una pirámide de caras lisas que seguramente nunca se llegó a acabar.
Parece increíble que una pirámide de 153 metros con una pendiente de 64 grados, lo que convertiría el monumento en una suerte de aguja espacial, pasara desapercibida a los numerosos viajeros clásicos que ya en la Antigüedad se acercaron hasta Menfis. Las últimas investigaciones señalan que la pirámide fue desmantelada en época romana al ser utilizada como cantera para construir los edificios de las aldeas más cercanas. En efecto, cualquiera que se acerque a Abu Rowash y dé una vuelta por los alrededores de la pirámide, podrá encontrar pruebas irrefutables del trabajo de cantería romana. Son numerosos los bloques de granito que hay esparcidos por el suelo en los que se ve el característico diente de sierra en los bloques. Esta marca es la dejada por las cuñas de madera, incrustadas en las grietas producidas por la aportación de calor y frío a la piedra.
¿Pero cómo se encontraba la pirámide antes de este colapso arquitectónico? ¿Fue realmente acabada en alguna ocasión? No lo creemos. Parece increíble que una pirámide de esas características fuera pasada por alto por autores griegos que visitaron Egipto a mediados del primer Milenio antes de nuestra Era. El más conocido de todos es Heródoto de Halicarnaso. En el libro segundo de su Historia, dedicado por completo a Egipto, Heródoto (s. V a. de C.) hace un repaso exhaustivo a las pirámides de Menfis en el apartado 124. Da medidas aproximadas a los monumentos, pero no habla en ningún caso de una pirámide de 153 metros de altura, 6 metros más alta que la Torre Picasso de Madrid.
Antes del supuesto colapso de la pirámide en época romana, Estrabón o Diodoro podrían haber hecho alguna mención en sus relatos sobre Egipto a tan impresionante monumento. Pero nada. Solamente se centran en las tres conocidas pirámides de la meseta de Gizeh.
La cantera ha sido utilizada hasta tiempos recientes. Flinders Petrie comentaba cómo a diario salían en 1880 más de 300 camellos cargados de piedra del lugar. Mucho antes, el navegante turco Piri Reis, en su Libro de la Navegación publicado en el siglo XVI, ya menciona y coloca en el mapa Abu Rowash como una cantera de piedra, señalándolo en el mapa con el dibujo de una pirámide. Pero además del desmantelamiento de los monumentos de Abu Rowash, la zona cuenta con una cantera moderna y otra antigua que nada tienen que ver con la pirámide de Djedefra.
El yacimiento de Abu Rowash, hoy
Llegar a Abu Rowash no es fácil, pero tampoco es necesaria la pericia de un aventurero. Es cierto que se encuentra en una zona militar, pero no lo es que su acceso sea restringido ni nada parecido. Al menos yo no considero como algo restringido la existencia de una barrera formada por una portezuela de metal que cualquiera puede abrir sin esfuerzo alguno (aunque es más fácil rodearla ya que no hay cercado alguno), la inexistencia de militares o cualquier cosa que se parezca a un grupo de guardas, y el haber un enorme solar ante nosotros.
Para llegar hasta allí hay que tomar la carretera de Alejandría. A unos 8 kilómetros de Gizeh, cuando hemos pasado a nuestra izquierda el solar que en un futuro se convertirá en el nuevo Museo Egipcio, alcanzamos la zona desértica de Abu Rowash, a nuestra derecha. La barrera suele estar abierta, dando paso a una enorme explanada con un camino en la tierra que se dirige a un pequeño altozano. A la izquierda de ese camino de tierra, una especie de chabola sirve de cobijo al guarda de la zona arqueológica. Una pequeña propina será suficiente para que nos dé su beneplácito y poder seguir adelante para visitar el complejo.
Realmente no hay mucho que visitar. Aquí el visitante no se va a encontrar ni con construcciones altas, ni relieves, ni esculturas; absolutamente nada. Efectivamente, la noticia señala que en 2009 se quiere abrir al público, pero cuesta creer que las agencias de viajes organicen excursiones facultativas a un lugar yermo como aquel. Tienes que tener mucho interés en Abu Rowash y tiempo libre para ir hasta allí, habiendo otras opciones mucho más atractivas como Abusir, Sakkara, Dashur o incluso Meidum, a 90 kilómetros al sur de El Cairo. El único atractivo de Abu Rowash está en las mastabas de la necrópolis norte, también del Imperio Antiguo, algunas de ellas muy bellamente decoradas, pero hoy cerradas por los trabajos que se están desarrollando en ellas todavía.
Djedefra: el rostro de la Esfinge
¿A quién representa el rostro de la Esfinge de Gizeh? Es quizás una de las preguntas más repetidas en los foros académicos, cuya respuesta, lejos de lo tradicionalmente aceptado, no tiene fácil solución.
La mala interpretación de una de las líneas de la Estela del Sueño que abraza entre las patas esta enorme escultura de piedra de casi 20 metros de alto y 70 de largo, ha hecho ver a muchos investigadores que podría representar al faraón Kefrén. Efectivamente, la Esfinge se encuentra muy cerca del Templo del Valle de la pirámide de este soberano. Pero no hay más datos que así lo avalen. El referido texto, la línea 13, hoy perdida, de la Estela del Sueño, no habla de Kefrén sino que de forma muy fragmentaria ofrecía algunos de los ideogramas que formaban su nombre, faltando, he aquí lo más importante, el imprescindible cartucho que rodea a todos los nombre reales.
Ya en la década de los 90 el egiptólogo Rainer Stadelmann señaló que la Esfinge bien podría representar al padre de Kefrén, es decir Keops. El tocado de la cabeza, los rasgos del rostro, etcétera, son detalles que lo identifican más con Keops que con Kefrén. Sin embargo, una hipótesis más reciente, esgrimida por el egiptólogo francés Vasil Dobrev, señala que la Esfinge representa en realidad al faraón Djedefra, a quien se le podría atribuir la primera esfinge de la Historia. Djedefra habría vinculado este león de piedra al culto de Keops.
La firma de Djedefra en Gizeh
No son muchos los documentos con que cuenta la arqueología para aportar datos históricos de Djedefra. Su breve reinado de no más de 8 años, o 23 según otros, y la construcción de su monumento funerario lejos de la meseta de Gizeh, ha sido relacionado por muchos con la idea de una separación de su padre, Keops, con quien posiblemente no acabara teniendo una buena relación antes de su ascenso al trono de las Dos Tierras. Esta idea se viene abajo cuando encontramos el nombre de Djedefra en las marcas dejadas por los canteros en los bloques de piedra que recubrían la cubeta en la que se escondió una de las barcas solares de Keops, y que hoy puede verse en su particular museo en la cara sur de la Gran Pirámide, en Gizeh. No tendría sentido esa ruptura entre padre e hijo, y éste levantara en honor de su predecesor un monumento de estas características. Por lo tanto, la razón de querer construir su pirámide en Abu Rowash y no en Gizeh debemos buscarla en otros argumentos más sólidos.
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