Publicado en la revista Enigmas en el año 2002.
La construcción de la gigantesca presa de Aswan en Egipto llevó consigo el salvamento de numerosos templos que, de lo contrario, hubieran quedado bajo las aguas del Nilo. Uno de esos pequeños tesoros llegó a España. Se trata del ahora madrileño templo de Debod; un magnífico exponente de la civilización y de los misterios que hicieron mítica a la cultura de los faraones.
Pocos conocen que en España se conserva uno de los templos egipcios más importantes salvados de las aguas de la presa de Aswan a finales de la década de los 60 del siglo XX. No es una réplica, como muchos creen. ¡Es el original! En el céntrico Parque del Cuartel de la Montaña en Madrid, muy cerca de Príncipe Pío, puede observarse esta magnífica pieza de la arquitectura tardía faraónica. Fue inaugurado el 20 de julio de 1972 por las autoridades españolas en su nueva ubicación para la cual se acondicionó un terreno especial, conservando la orientación este-oeste original del edificio.
Lo que ha llegado hasta nuestros días del templo de Debod es en realidad una versión «corregida y aumentada» del santuario primitivo, fechado en época meroítica. Uno de los soberanos del reino de Meroe, situado antiguamente en el actual Sudán y que durante varios siglos se hizo con las riendas del Valle del Nilo, fue el primer constructor de Debod. Su nombre era Adikhalamani (Adijalamani). Quizás se trate del Tabirqo que aparece en las listas reales meroíticas y que gobernó el país de los faraones entre los años 200 y 185 a. C. Él fue el constructor de la pequeña capilla que sirvió de núcleo originario del templo actual.
Recientemente acondicionado para su visita, llevando a cabo las técnicas museísticas más modernas, el templo de Debod es un referente obligado para todos los aficionados a la historia y los misterios de la cultura faraónica. Por medio de maquetas, vídeos y proyecciones audiovisuales sobre las paredes del templo, el visitante puede acceder al verdadero significado de este espectacular y hasta hace pocos meses marginado edificio.
Centro de peregrinación
Emplazado originalmente a 10 kilómetros al sur de la moderna presa de Aswan, sobre la orilla oeste del Nilo, hace más de 2.000 años el templo de Debod era uno de los lugares de peregrinación más importantes de todo Egipto. Aunque originalmente los reyes meroíticos lo destinaron al culto del todopoderoso dios Amón, algunos de los Ptolomeos de los siglos II y I a. C. (en concreto Ptolomeo VI, VIII y XII) engrandecieron la estructura del templo y lo destinaron a los cultos de la diosa Isis, ritos que continuaron años después con las remodelaciones llevadas a cabo por los emperadores romanos Augusto (63 a. C. 14 d. C.) y Tiberio (42 a. C. 37 d. C.). Fueron precisamente estos dos soberanos romanos los que construyeron el antiguo embarcadero, hoy totalmente desaparecido, y la vía sagrada que unía el santuario con el río Nilo a través de dos muros paralelos.
Según las investigaciones del Dr. Santiago Montero de la Universidad Complutense de Madrid, el templo de Debod estaba directamente conectado con el de Isis en la isla de Filae. La tradición egipcia relata que fue precisamente en Debod en donde la diosa Isis sintió los dolores del parto de su futuro hijo Horus, el dios halcón, concebido como fruto de su relación con Osiris el dios de la muerte.
Como es lógico, el templo ha cambiado mucho su aspecto exterior original si lo comparamos con el que tiene hoy en el madrileño Parque del Cuartel de la Montaña. Al igual que todos los santuarios antiguos, el templo de Debod estaba rodeado por un muro que delimitaba el recinto sagrado. Dentro de él había diferentes estancias hoy desaparecidas y que estaban destinadas a cubrir las necesidades de alojamiento y almacenamiento de enseres de los sacerdotes que allí vivían. Además el templo contaba también con un lago sagrado, ubicado junto al extremo norte del recinto, en el que se llevaban a cabo todas las ceremonias destinadas a recrear el momento del origen del mundo a partir de las aguas del caos.
Un Debod insólito
Algo de especial debió de tener el templo de Debod cuando personajes de la talla de Augusto se acercaron hasta este inhóspito lugar del desierto nubio para honrar a otra de las grandes divinidades que se alojaban en el santuario. Me refiero a Mahesa, dios con cabeza de león y de origen nubio que fue identificado posteriormente con el dios Amón. Este detalle que nos puede resultar hoy habitual, que un emperador se acerque a realizar ofrendas a un templo de una de las provincias de su Imperio, resultaba atípico en la figura de Augusto. Según cuenta en sus Vidas de los Césares el escritor latino Suetonio (Aug. 93) el propio Augusto se había negado a visitar el Serapeum de Menfis bajo «la excusa de que él adoraba dioses y no ganado».
También el templo de Debod tiene su lugar especial para el divinizado Imhotep, visir del faraón Zoser de la III dinastía (2600 a. C.) y de quién la tradición decía que había recibido todo su inmenso conocimiento mágico e iniciático por medio de un extraño libro caído del cielo. Su imagen aparece grabada en los relieves del templo madrileño confirmando asía la importancia adquirida por esta figura en la época grecorromana.
Hace casi 2.000 años el templo de Debod, al igual que otros santuarios del antiguo Egipto, comenzaba su trabajo mágico-religioso con el inicio del año. El día 15 de junio, según nuestro calendario gregoriano y en la latitud de Menfis (29° 51′ N, 31° 15′ E), suponía el comienzo del nuevo año. Este momento que solía aproximarse a la aparición en el cielo del amanecer de la estrella Sirio, la Sothis de los griegos, era identificado por los antiguos sacerdotes egipcios como el aviso de la diosa Isis que anunciaba el principio de la inundación del Nilo. En esta fecha los sacerdotes de Debod subían en procesión la estatua de la divinidad a la capilla de Osiris. Esta habitación se encontraba en el techo del templo, la misma estancia en la que en la actualidad hoy podemos disfrutar de una magnífica maqueta que reconstruye el aspecto original del conjunto. El objetivo de esta procesión sagrada no era otro que el de cargar de energía para todo el resto del año la estatua, pieza que en realidad no era más que un simple soporte material utilizado por la esencia del dios para manifestarse.
Esta ceremonia, que también puede observarse en otros santuarios de Egipto sigue siendo un auténtico misterio. Conservamos, por ejemplo, en algunos templos de época ptolemaica como el de Horus en Edfu o el de la diosa Hathor en Dendera, representaciones de las pomposas procesiones llevadas a cabo por los sacerdotes hasta la terraza del edificio, ascendiendo por estrechas escalinatas que iban a dar a una capilla osiríaca muy similar a la que podemos encontrar hoy día en el madrileño templo de Debod.
¿El reloj cósmico?
Pero todavía existe un aspecto del templo de Debod que permanece hoy sin una respuesta satisfactoria que colme todos los interrogantes que plantea. Me estoy refiriendo a la extraña «rueda» que hay grabada sobre una de las paredes exteriores de la capilla de Adijalamani. El misterioso dibujo se encuentra en el muro exterior sur de esta antigua capilla y que hoy supone la pared interior de un corredor ciego que corre de forma paralela a la estrecha escalera que da acceso al piso superior. Su estado de conservación es bastante precario. Además la iluminación es bastante difícil de lograr lo que supone que con frecuencia este pequeño tesoro pase totalmente desapercibido a los numerosos visitantes que a diario se acercan al templo de Debod.
El dibujo en sí está formado por un enorme círculo en cuyo interior puede verse otro de menor tamaño. Por su parte, los dos círculos están divididos en cuatro porciones iguales, por el corte de dos ejes de coordenadas.
Hasta ahora nadie ha sabido discernir ni la fecha ni el significado de este misterioso dibujo. Hasta hace bien poco algunos especialistas lo habían identificado con un gnomon, instrumento que era empleado por los antiguos griegos para medir las horas de la noche, así como el paso de determinadas constelaciones. Si bien es cierto que este detalle cuadra perfectamente con la dinámica de trabajo que se seguía en cualquier templo egipcio, recientemente se ha propuesto una hipótesis quizás más desestabilizadora.
En clave de número «pi»
La última explicación viene a decir que la extraña figura geométrica que decora la pared exterior de la capilla de Adijalamani puede ser un mapa celeste compuesto de forma muy esquemática, muy parecido al existente en el techo de la capilla sur de Osiris en el ya mencionado templo de Hathor en Dendera.
Esta hipótesis no es en absoluto descabellada. No olvidemos que esa misma pared se convirtió, con la ampliación del templo en época ptolemaica, en la pared norte de una estancia que muy posiblemente sirvió de biblioteca. Además se encuentra pegada a la escalera que llevaba a la capilla osiríaca de la terraza, circunstancia que refuerza aún más la idea de que nos encontremos ante una suerte de mapa celeste o zodíaco empleado por los sacerdotes durante sus observaciones nocturnas para seguir el devenir de algunas estrellas o constelaciones. Igualmente, el grabado también posee en la parte inferior de la pared una división en doce secciones iguales formada por trazos equidistantes de 36 centímetros que harían alusión a las doce horas del día y de la noche si hacemos caso a las creencias religiosas egipcias.
Ya sea un zodiaco o un gnomon, hasta ahora solamente podemos aferrarnos a los paralelos existentes. En este sentido, los gnomon medievales que se han encontrado en algunas iglesias son exactamente iguales al de Debod, lo que ya nos está dando un punto de partida bastante sólido en la investigación.
Es cierto que resulta inevitable tener que viajar a Egipto para poder «tocar» de cerca todos y cada uno de sus misterios. Sin embargo, también es toda una suerte poder contar con nosotros con este magnífico regalo del Valle del Nilo, por desgracia prácticamente inédito y del que todavía queda mucho que decir.
Los otros Debod
El templo madrileño fue donado en 1968 por el presidente Nasser al pueblo español en señal de agradecimiento por la labor española en el rescate del templo de Isis en Filae y por los trabajos de la misión arqueológica española del profesor Martín Almagro en Nubia. Al mismo tiempo se entregó al Museo Arqueológico Nacional 3.000 piezas procedentes de las propias excavaciones españolas. Pero Madrid no es la única ciudad que ha tenido la suerte de poder contar con un obsequio de estas características. Es más, muchos se sorprendieron cuando Madrid recibió el templo de Debod ya que no existía en España ninguna tradición egiptológica que justificara tan soberbio legado. Hubiera llamado más la atención si se hubiera entregado a Francia o Inglaterra, países que también colaboraron en las operaciones de salvamento.
El Museo Metropolitano de Nueva York conserva el pequeño templo que Augusto hizo construir en honor de sus dos hermanos, Peteese y Pihor, en Dendur. Por su parte, el Rijksmuseum de Leiden en Holanda, alberga desde 1960 el templo romano septentrional de los dos que había en la zona de Tafa. Asimismo, en Italia el Museo Egipcio de Turín, institución que alberga la mayor colección de arte faraónico fuera de Egipto (mayor incluso que la británica o francesa), se vio beneficiado con una pequeña capilla, excavada en la roca durante el reinado de Tutmosis III.
Además se entregó a los alemanes por su ayuda la puerta de granito del templo de Ramsés II construido en Kalabsa, descubierta precisamente durante el desmantelamiento del edificio en la década de los 60. Hoy la puerta se conserva en el Museo Egipcio de Berlín.
Tuvieron menos suerte
El gobierno egipcio inauguró en 1971, bajo el gobierno de Anwar el Sadat y un año después del fallecimiento de Gamal Abdel Nasser, la Alta Presa de Aswan. Con casi cuatro kilómetros de longitud, 980 metros en su base y más de 100 de altura, la presa de Aswan forma un gran lago artificial de más de 500 kilómetros de longitud y 2.000 kilómetros cuadrados de superficie. Sus 165 mil millones de metros cúbicos de agua garantizan el regadío necesario para todo el Valle y también el 60 % de la electricidad consumida por Egipto. Sin embargo, también supuso el fin de las crecidas del Nilo, sin contar con que 60 mil personas se vieron desplazadas a regiones más altas.
El proyecto de la presa también iba ligado al rescate de numerosos templos entre los que se encontraba el de Debod. Pero no todos corrieron la misma suerte. Santuarios míticos como el templo de Ramsés II en Gerf Hussein, el de Tutankhamón en Faras o el de Tutmosis III en Kumma hoy permanecen bajo las aguas del lago. En total fueron 22 los templos que fueron sumergidos, de los cuales 15 se encontraban en ruinas y 7 en buenas condiciones. Si bien es cierto que en más de una ocasión se ha planteado poder realizar una visita submarina de los conjuntos, el proyecto, y nunca mejor dicho, siempre ha quedado en papel mojado.
Nacho Ares © 2002