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El misterio de la KV55. En busca de los restos de Akhenatón

Jun 2002

Publicado en Revista de Arqueología nº253 en 2002

Pocas piezas arqueológicas han causado más sensación en los últimos meses que el polémico ataúd dorado de la tumba número 55 del Valle de los Reyes, recientemente devuelto a Egipto. Sin embargo, lo que nadie ha explicado satisfactoriamente es a quién pudo haber pertenecido este hermoso féretro. Tiyi, Semenkhare o el mismísimo Akhenatón son algunos de los inquilinos propuestos por los investigadores.

El 3 de enero del año 1907 fue descubierta en el Valle de los Reyes, en la orilla occidental de Luxor, una de las tumbas más curiosas de todas las descubiertas hasta entonces en este fascinante lugar. Automáticamente recibió el número 55 en el catálogo de la necrópolis real del Imperio Nuevo. No poseía grandes riquezas, tal y como luego sucedería con la tumba de Tutankhamón, descubierta quince años después, ni tampoco pinturas sobre las paredes que ayudaran a los arqueólogos a intuir, aunque fuera someramente, el personaje allí enterrado. Pero, a pesar de todo, algo había en aquella extraña KV 55 que la convertiría con el paso de los años en una tumba realmente excepcional.
El artífice del hallazgo fue el abogado millonario americano Theodore Davis. Ayudado en esta ocasión por un joven arqueólogo profesional, Edward Rusell Ayrton, parecía haber dado con una tumba del período de Amarna (ca. 1350 a. de C.). Ubicada a muy pocos metros de la entrada de la tumba de Tutankhamón (KV 62) junto a la zona de descanso que hoy se abre en el centro del valle, la entrada al sepulcro conservaba todavía algunos fragmentos correspondientes al sello de la necrópolis: el dios Anubis recostado sobre un grupo de nueve prisioneros. Tras cruzar la puerta, en aquel momento de tensión ni Davis ni Ayrton sospechaban el curioso hallazgo que estaban a punto de realizar.

Un sepulcro anónimo

La estructura interna del sepulcro era muy sencilla. Después de pasar la puerta se tenía acceso a un pasillo de unos 10 metros de longitud y apenas 2 metros de ancho. Tras eliminar los cascotes que cubrían gran parte de esta escueta galería los arqueólogos se toparon con una habitación no muy grande de 5 por 7 metros. Al igual que sucedía con otras cámaras del mismo Valle de los Reyes, la orientación de la habitación era exacta en dirección norte-sur. A la derecha de la habitación, en su sector sur, se abría una apertura en la pared que iba a dar otra cámara más pequeña aún.
El aspecto de la tumba era realmente caótico. Sobre el suelo se amontonaban decenas de objetos, muchos de ellos fragmentados. La causa de aquel desolador caos debió de ser seguramente alguna filtración de agua o la intransigente acción de los ladrones de tumbas en la antigüedad.
Entre todos los objetos allí descubiertos por los excavadores, tres destacaban especialmente por su belleza y su interés arqueológico. Por una lado, tanto en el pasillo de acceso a la cámara principal como en la propia cámara, Ayrton encontró los restos de una capilla de manera antaño dorada. Cuando fue descubierta en el año 1907 nada quedaba de su antiguo recubrimiento. Sobre sus paredes podían verse relieves de la reina Tiyi, la esposa de Amenofis III, presentando ofrendas al disco solar de Atón.
kv5502-nacho_aresDe igual forma, en la habitación anexa se descubrieron varios vasos canopos de mármol empleados en el antiguo Egipto para albergar las vísceras momificadas del difunto. Hoy conservados en la sala 3 del Museo Egipcio de El Cairo, forman parte de una de las joyas del arte del período amarniano.
Sin embargo, la pieza más hermosa de todo el tesoro descubierto en la KV 55 fue un magnífico ataúd de madera cubierta con láminas de oro; un verdadero enigma sin rostro toda vez que una mano impía le había arrancado en la Antigüedad tanto la máscara que cubría el rostro como los cartuchos que repetían su nombre a lo largo del ataúd.
Dentro del misterioso ataúd de madera había una momia en muy mal estado de conservación. La humedad de la tumba había reducido el cuerpo a un montón de huesos en los que apenas quedaban algunos restos de carne.

Tras las huellas de la reina Tiyi

El conjunto no podía ser más singular. Un montón de piezas de un valor incalculable y ni un solo dato fidedigno para identificar la KV 55 con un nombre concreto. Pero eso a Davis le daba exactamente igual. La capilla de madera totalmente desmantelada que había aparecido en varios fragmentos en el pasillo y en la cámara principal, llevaba el nombre de la reina Tiyi. Además el primer análisis forense de los restos humanos descubiertos en el interior del ataúd de madera dorada, hoy en el Museo de El Cairo (CG 61075), dieron como resultado que el cadáver pertenecía a una mujer.
Estos datos tan endebles le sirvieron al abogado millonario americano, entusiasta de la arqueología, a determinar que realmente se encontraba en la mismísima tumba de la reina Tiyi. Sin embargo, el problema de la KV 55 no se quedó ahí. El médico que analizó los restos óseos, el Dr. Pollock, no era más que un simple aficionado. Se trataba de la primera vez que se enfrentaba a una momia y, como él mismo reconoció posteriormente, su certificación encaminada a reconocer que se trataba del cadáver de una mujer había estado totalmente sujeta a la opinión del propio Davis, interesado, como es lógico en colgarse medallas arqueológicas. Sin lugar a dudas, encontrar la tumba de la reina Tiyi no solamente suponía un gran logro desde el punto de vista de la excavación, sino que también abría nuevas puertas al estudio de las tumbas de las reinas de la XVIII dinastía de las que, por cierto, todavía hoy no se tiene la más mínima noticia.
kv5503-nacho_aresEn febrero de 1907 Arthur Weigall, del Servicio de Antigüedades, selló los restos en el interior de una cesta y los envió a El Cairo para que fueran estudiados por Elliot Smith. Entonces, todo cambió. Este prestigioso médico forense era un auténtico experto en momias egipcias. Sus conclusiones fueron rotundas. Contradiciendo el informe de Pollock, para Smith no había duda de que esos restos pertenecían un hombre joven de unos 25 años.
Lejos de apagar la polémica, ésta se avivó ante la posibilidad de que los restos pertenecieran al faraón Amenofis IV, Akhenatón. La nueva teoría se sustentaba en esta ocasión en las menciones a este rey aparecidas en la tumba sobre algunos ladrillos mágicos descubiertos en la habitación sur o en los vasos canopos de la misma estancia.

Buscando identidad a una momia

Las hipótesis que se han barajado al respecto son de lo más variado. No obstante, la edad que parecían mostrar los huesos, recordemos, un joven de unos 25 años, no cuadraba con la edad que debió de tener al morir Akhenatón. Por ello, la literatura egiptológica de la mano de expertos como Aidan Dodson, Salima Ikram o Nasry Iskander han reconocido que seguramente nos encontremos ante los restos de Semenkhare, corregente y sucesor del faraón hereje.
Para rizar el rizo, el egiptólogo David Rohl ha planteado la posibilidad de que el cuerpo perteneciera a dos personas: el cráneo sería de una mujer y el cuerpo de un hombre. Esto explicaría la dualidad de hipótesis que han rodeado siempre a la momia de la KV 55. La causa de este complicado puzzle anatómico, según Rohl, sería la extremada violencia con la que se trató el cadáver en la Antigüedad.
Para contrastar esta novedosa hipótesis, RdA se puso en contacto con dos máximos experto en momias del Museo Egipcio de El Cairo. El Dr. Nasry Iskander y su ayudante la Dra. Abeer Helmy nos manifestaron rotundamente que la teoría de David Rohl no tiene sentido. Los últimos análisis realizados en los restos humanos de la KV 55 por Eugen Strouhal, de la misión checa en Abusir, han demostrado claramente que pertenecen a un hombre joven.
Ahora únicamente queda por saber si pertenecieron a Semenkhare, al propio Akhenatón, o a algún otro personaje del período de Amarna. Lo único cierto es que todos los objetos descubiertos en la KV 55 se correspondían a personas diferentes: el ataúd de madera a Semenkhare, la capilla a Tiyi y muy posiblemente los vasos canopos a Kiya, segunda esposa de Akhenatón y quizás la madre de Tutankhamón. Por todo ello, seguramente no nos encontremos ante una tumba de una persona en concreto sino ante un simple escondite de objetos o caché, algo relativamente común en el Valle de los Reyes.

El ataúd desaparecido

kv5504-nacho_aresEn enero de 1907 Ayrton descubrió para Davis el ataúd de oro totalmente entero. Es cierto que estaba en muy mal estado de conservación pero, como muestran las fotografías de la época, en la cámara principal de la KV 55 el ataúd mostraba la tapa y la cuba de madera en la que aparecieron los restos óseos sobre los que acabamos de polemizar. Tal y como se encontró este ataúd fue trasladado a El Cairo para que fuera estudiado y conservado en el Museo Egipcio de la ciudad.
Lo que nadie sabe es cómo, y si se sabe no se dice, la cuba del ataúd, la parte inferior, desapareció del museo con toda su decoración de oro en el año 1931. Después de hacer algunos intentos por recuperarlo, se le perdió la pista para siempre a los pocos meses. Todo el mundo se olvidó de la cuba hasta que a finales de los años 70 reapareció en el mercado de antigüedades suizo. En la década siguiente fue estudiado por el Museo Estatal de Arte Egipcio de Munich (Bavaria, Alemania). Su restauración se llevó a cabo en esta ciudad y tras decidir ser devuelta a su lugar de origen, el país bávaro pidió la tapa del ataúd con el fin de hacer una exposición temporal (octubre 2001) para luego devolver las dos piezas a principios del siguiente año.
La decoración de oro de la cubeta fue montada sobre una estructura de plexiglass debido a que la mader original había desaparecido totalmente debido a su deterioro.
Las autoridades egipcias que saben vender este tipo de historias como nadie, anunciaron a bombo y platillo a todo el mundo la devolución al país del “sarcófago de oro de Akhenatón”. Sea o no el ataúd de este extraordinario faraón, los problemas históricos planteados por la KV 55 siguen si resolverse. Solamente un estudio exhaustivo y las pruebas que puedan aportar los análisis de ADN de las momias reales abrirán nuevas puertas a las innumerables preguntas que todavía hoy tenemos acerca del período de Amarna.

Tras las huellas de Amarna

En la actualidad y desde hace ya cuatro años una misión arqueológica británica dirigida por Geoffrey Martin y Nicholas Reeves excava en el Valle de los Reyes de Luxor. El objetivo no es otro que la búsqueda de escondites datables en la época de Amarna similares a la cercana KV 55. Siguiendo el mismo esquema que ya esbozó hace casi un siglo Howard Carter en esa misma zona central del valle, Martin y Reeves han abierto una enorme trinchera de 6 metros de longitud por 2 de ancho. La excavación se prevé que continúe por la senda actual del valle que lleva hacia el sur, hasta conseguir alcanzar el suelo original de la necrópolis, varios metros por debajo del nivel actual. Para ello ha sido necesario cortar momentáneamente el acceso normal por esta vía y colocar un puente metálico para que los turistas puedan seguir pasando hasta las tumbas de Seti II o Tutmosis III.
Hasta hoy, bajo los restos de las antiguas casas de obreros que allí hay, la excavación británica solamente ha podido sacar fragmentos de cerámica, tejidos, útiles de la vida cotidiana como espejos y ostraca con textos jeroglíficos. En una de estas lascas de piedra ha aparecido por primera vez el nombre de una reina, posiblemente de época ramésida, llamada Taiai y hasta hoy totalmente desconocida. En definitiva, solamente se han descubierto diferentes materiales que según los expertos seguramente estaban destinados a ser colocados en las tumbas del valle pero que por razones desconocidas se quedaron allí. Es posible que todavía quede mucho por aparecer.

© Nacho Ares 2002

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