Artículo Publicado en la Revista Más Allá de la Ciencia nº151 Diciembre 2001
Cubierto por toneladas de piedra y arena todavía sigue oculto bajo el suelo de Gizeh uno de sus grandes secretos. Es la Segunda Esfinge que acompañó a la que todos conocemos hace más de 5.000 años y que acabó desapareciendo en circunstancias extrañas. Al menos esto es lo que piensa Bassam El Shammaa, un investigador alejandrino que lleva más de una década siguiendo la pista al león perdido de Gizeh.
El lugar escogido para el encuentro fue el restaurante suizo Le Chantillí, en el número 11 de la calle Bagdad del Nuevo Cairo, en Heliópolis. Al vernos entrar, tras una mesa del fondo del salón se levantó un verdadero gigante de 1,90. Era Bassam el Shammaa. No le gusta que le llamen egiptólogo sino ponente sobre temas egiptológicos. Trabaja como guía en la prestigiosa agencia americana Seven Wonders Travel con sede en Chicago, a través de la cual ha organizado importantes congresos en Estados Unidos y Europa. Nacido en Alejandría, Bassam viene revolucionando desde 1989 el mundo de la egiptología académica con una teoría totalmente novedosa que ha madurado con el paso de los años. Según este investigador, a pocos metros al sur de donde se encuentra la Esfinge que todos conocemos, justo detrás del Templo del Valle de Kefrén, existió una Segunda Esfinge de la cual no se conserva prácticamente nada.
Para llegar a tan desestabilizadora conclusión, a lo largo de sus años de trabajo ha conseguido innumerables pruebas en textos antiguos, datos arqueológicos e incluso una insólita fotografía desde un satélite tomada por la NASA que parece corroborar su hipótesis.
La Esfinge nacida del caos
A los pocos minutos de comenzar la charla me di cuenta de que nos podíamos haber evitado todo aquel protocolo. Bassam es una persona jovial y muy cercana. Lo que en un principio parecía que iba a ser una reunión de trabajo se convirtió en una amigable charla a la que se unieron Ahmed El Serkaui, hispanista, Mosheera Mousa, periodista especializada en egiptología del prestigioso periódico cairota Al-Ahram y, por supuesto, mi acólito el también investigador Antonio Barrientos. Bassam el Shammaa lleva más de una década dando vueltas a la teoría de la Segunda Esfinge. Como él mismo reconoce «la historia de Egipto está escrita por la mano del hombre pero está repleta de lagunas.» Y no le falta razón. Según demuestra en uno de sus libros «Heródoto que visitó Egipto hace más de 2.000 años, exactamente el mismo lapso de tiempo existente entre su visita al Valle del Nilo y la construcción de las pirámides, cometió al menos quince grandes errores.» No es extra ño, pues, que la historia de esta civilización esté repleta de grandes lagunas difícilmente superables más de 5.000 años después de su aparición. A pesar de todo, Bassam intenta llegar a la verdad a través de los documentos y de las pruebas arqueológicas
Sobre el mantel de cuadros verdes del restaurante, el gigante alejandrino despliega varias carpetas de fotocopias con planos de la meseta de Gizeh, antiguas estelas con la imagen de la Esfinge y fotografías de papiros con escenas que reconstruyen el aspecto del mundo según las ideas de los antiguos egipcios.
Uno de los pilares de la teoría de Bassam el Shammaa es la dualidad dentro de las creencias egipcias. «En Egipto el número 2 siempre ha sido el número de la armonía, de la perfección -nos explica Bassam. Frente a la corona blanca estaba la roja, frente al buitre se encontraba la cobra, frente al loto, el lirio. Además, el 2 era el número secreto de los arquitectos. Existe un papiro que relata el origen del cosmos según la tradición heliopolitana. En esta tradición el dios Atum se autocreó de la nada y engendró a dos hijos, el león Shu y la leona Tefnut. Los sacerdotes de Heliópolis nos han contado que cada uno de ellos descansaba en un lado del Universo: uno de ellos será el disco solar del amanecer, Shu, y el otro el de la puesta, Tefnut.»
Cada vez parece más claro que estas creencias tuvieron su verdadero origen en una época prefar aónica de la que apenas se ha conservado nada y cuyos restos, por error, los egiptólogos ortodoxos datan miles de años después. Esta cultura prefaraónica sería la creadora de la imagen leonina de la Esfinge y que siglos después los faraones transformaron añadiéndole un rostro humano. Según Bassam «la idea del león Aker es de origen arcaico, egipcio pero no faraónico. Se trata de dos leones que transforman posteriormente su cabeza leonina en la del rey otorgando a éste un aspecto secreto de la divinidad. De acuerdo con la representación de Aker, los leones Shu y Tefnut protegen dos colinas, estando en el centro el disco solar. La pregunta que nos tenemos que hacer es ¿qué lugar en Egipto tiene estas características? La respuesta no es otra que la meseta de Gizeh.
«Es muy sencillo -nos asegura Bassam. Los antiguos egipcios lo conocían muy bien. Solamente existía un momento a lo largo del año en el que el Sol se ponía exactamente entre las dos pirámides de Kefrén y Keops: los solsticios. En este preciso instante el disco dibujaba en el espacio una representación gigante de la figura de las colinas y el horizonte de Aker.»
La destrucción de la mujer
Si observamos con detenimiento las representaciones que han llegado hasta nosotros de la Esfinge de Gizeh también podemos extraer conclusiones sorprendentes que Bassam El Shammaa convierte en preguntas desestabilizadoras. «Solamente se venera al león masculino, Horemakhet, Horus en el Horizonte, y no al femenino. Esto es lo que descubrimos al analizar la Estela del Sueño de Tutmosis IV en la que curiosamente aparecen dos Esfinges, o la controvertida Estela del Inventario, conservada en el Museo de El Cairo. En esta última el texto da a entender que ya en el reinado de Keops la Esfinge existía en la meseta de Gizeh. ¿Por qué este olvido del león femenino, Tefnut?»
Para Bassam la respuesta la encontramos en la mitología egipcia. «Conservamos varios textos religiosos que cuentan la destrucción de la Humanidad por parte de una leona. Tefnut además estaba vinculada a la humedad y los antiguos egipcios observaron de qué forma la humedad destruía los monumentos de Gizeh. ¿Cómo explicar que una divinidad engendrada por el propio Atum para proteger las pirámides, a la hora de la verdad las destruyera? Seguramente, al contrario de lo realizado con la Esfinge que todos conocemos, los antiguos no repararon nunca la segunda Esfinge. Abandonaron la escultura y consideraron el área como un lugar maldito. No deja de ser sintomático que allí no se construyera ninguna tumba ni pozo y que la calzada del Templo del Valle de Kefrén parta de la esquina noroeste en vez de salir del centro de la pared oeste, al igual que sucede con el resto de edificios similares en el antiguo Egipto. ¿Acaso quisieron los antiguos arquitectos egipcios evitar que la calzada procesional pasara por un lugar que consideraban nocivo y maligno? Literalmente dejaron morir a la segunda Esfinge.»
Para Bassam El Shammaa la prueba documental definitiva se encuentra en los Textos de las Pirámides. Allí podemos leer en palabras del dios creador Atum «estuve con dos, ahora estoy con uno». Algo terrible debió de suceder.
Descubierta por el radar
La teoría de la Segunda Esfinge no solamente cuenta con pruebas documentales basadas en el análisis de los textos y de las representaciones iconográficas de los antiguos egipcios. Bassam también ha aportado pruebas materiales obtenidas mediante los más modernos análisis fotográficos de la NASA. Gracias al estudio fotográfico SIR-C/X-SAR de la Agencia Aeroespacial norteamericana, se ha podido analizar la densidad de las capas geológicas que componen el suelo y los monumentos de la meseta de Gizeh. Pues bien, con esta fotografía pudo descubrirse que justo en la zona en donde Bassam ubica su segunda Esfinge, existió realmente una estructura que la NASA colorea de amarillo en su imagen.
«Esta señal -nos explica Bassam- se recibe normalmente en forma de pulsos de una longitud de onda determinada que van normalmente desde 1 centímetro hasta 1 metro, y que se corresponden a un rango de frecuencia de unos 300 MHz hasta los 30 GHz. Los ecos producidos se convierten en información digital que luego se proyecta sobre una imagen. Ésta se compone de numerosos puntos o elementos pictográficos, cada uno de los cuales representa un lugar concreto escaneado sobre el suelo por el radar. En el caso de mi hipótesis de trabajo se corresponden con los restos de la ‘Segunda Esfinge’».
Al acabar su explicación Bassam sonrió y me preguntó mi opinión. Después de pensármelo contesté: «realmente eres peligroso. Me estás empezando a convencer.» Me dio un apretón de manos y se rió.
En la actualidad Bassam El Shammaa prepara su próximo libro A la búsqueda de la verdad: la Segunda Esfinge. Como ha sucedido con otros investigadores, el Dr. Zahi Hawass director de la meseta de Gizeh, no quiere saber nada de esta teoría. Sin saber el porqué ni mostrar una razón lógica, Hawass siempre ha demostrado un desprecio visceral hacia el trabajo de Bassam.
Después de haber demostrado sobre el papel esta sugerente posibilidad gracias a un exhaustivo trabajo de investigación que le ha llevado más de una década, lo único que le resta es conseguir el permiso para poder realizar la excavación que demuestre si realmente, junto a la Gran Esfinge de Gizeh hubo hace más de 5.000 años otro león de piedra no menos conmovedor.
La Estela del Inventario
En la sala 42 del Museo de El Cairo apenas a un par de metros de la famosa estatua de diorita de Kefrén se encuentra la Estela del Inventario. Se trata de una pieza de caliza blanca de unos 65 centímetros de altura y 40 de ancho. Posiblemente pertenezca a la dinastía XXVI aunque hace alusión a las reparaciones que se hicieron en un edificio sagrado de la meseta de Gizeh por orden de Keops en la IV dinastía.
Esta estela fue descubierta por Auguste Mariette durante las excavaciones que llevó a cabo entre septiembre de 1853 hasta 1858 en el p equeño templo de Isis, al este de la Gran Pirámide y construido por Psamético.
El texto reza como sigue:
Él <Keops> lo construyó para su madre Isis, Madre Divina; Hathor, Señora de (Nun). La investigación fue colocada en la estela. Él dio una vez más para ella una ofrenda, y construyó su templo de piedra otra vez. Él descubrió (las estatuas de) estas diosas en su lugar.
El distrito de la Esfinge de Harmakis se encuentra al sur de la casa de Isis, Señora de la Pirámide; al norte de Osiris, Señor de Rostau. Las escrituras <de la diosa> de Harmakis, fueron traídas para estudiarlas.
(¿?) permite que crezca, haz que viva eternamente, <mirando> hacia el este.
Qué viva Horus: Medjer, Rey del Alto y del Bajo Egipto: Keops, que posee la vida. Él encontró la casa de Isis, Señora de la Pirámide, detrás de la Casa de la Esfinge de [Harmakis] en el noroeste de la casa de Osiris, Señor de Rostau. Él construyó su pirámide detrás del templo de esta diosa, y construyó una pirámide para la hija del rey Henutsen detrás del templo.
Si seguimos el texto de esta estela, los sacerdotes del templo de Isis nos dan a entender que cuando Keops reinó en Egipto ya estaba construida la Esfinge y también una pirámide. Con ello se contradicen de forma categórica todos los planteamientos de la historia tradicional.
© Nacho Ares 2004