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La iluminación en el antiguo Egipto

Mar 1998

Fragmento publicado en el libro Egipto el Oculto, Corona Borealis, Madrid 1998.

iluminacion02-nacho_aresEn la tumba de Tutankhamón, descubierta en 1922 por el inglés Howard Carter bajo el mecenazgo de Lord Carnarvon, se hallaron lámparas de aceite. La finalidad de los instrumentos hallados en la tumba del llamado Faraón Niño, se acerca más a lo ritual y doméstico, que a la practicidad forzosa en el trabajo de una tumba.
Las lámparas encontradas en la tumba de Tutankhamón son de dos tipos. Algunos de estos ejemplos tienen la forma de un recipiente convencional en donde se debía echar aceite. Estas lámparas fueron destinadas seguramente a alumbrar de forma tenue los interiores de los aposentos reales, creando un ambiente cálido y agradable. En algunas de ellas se grabaron decorativos dibujos en el interior del vaso con escenas de la vida cotidiana de la familia real, que al encender la lámpara, en el trasluz de la llama, creaban un efecto pintoresco y llamativo en el alabastro.
Los otros ejemplos no eran más que una simple mecha, aunque gruesa, unida a un símbolo anj, es decir «vida». En este último caso la finalidad religiosa parece evidente al vincular la propia forma de la lámpara con la luz de la vida en un Más Allá después de su paso por la tierra. No obstante, ninguno de estos tipos de lámparas fue utilizado para la ejecución de las pinturas parietales: el humo que desprende la combustión de los aceites utilizados hubiera manchado las pinturas de forma irreparable.

El método de los espejos reflectantes

Otra posibilidad planteada por algunos egiptólogos es el uso de espejos como medio refractante para obtener luz solar en el interior de las tumbas. La colocación en lugares estratégicos del sepulcro de espejos fabricados con plata muy pulida, podría realizar una conexión solar desde el exterior de la tumba hasta las cámaras interiores. La luz iría reflejándose en sucesivos espejos hasta llegar al punto deseado.
Los inconvenientes que plantea esta teoría son demasiado complicados como para tenerla en cuenta. El hecho de que el sol no permanezca quieto toda una jornada de trabajo, obligaría a girar constantemente los espejos siguiendo el foco inicial de luz y añadiendo nuevos espejos según se desplazara por la pared trabajada: mortificante tarea para cualquier obrero. Este método resultaría factible para las salas más inmediatas a la entrada de la tumba. Hoy día pagando unas monedas al portero de cualquiera de ellas, te pueden mostrar las pinturas de las primeras salas con este método, en un auténtico espectáculo de luz. Sin embargo, cuando te introduces un poco en el interior de la tumba es imposible ver algo. No olvidemos la pérdida de intensidad lumínica que existe cada vez que reflejamos un haz de luz sobre un espejo. En una distancia relativamente corta, la cantidad de luz reflejada desciende paulatinamente hasta convertirse en un halo prácticamente invisible e inservible.
Existen ejemplos sepulcrales en donde la propia entrada se aleja de la dirección del sol, por lo que el espacio de tiempo útil para decorar sus paredes se reduce sobremanera. Si a todo ello añadimos que, como en la tumba de Seti I, descubierta por Giovanni Battista Belzoni en 1817, la longitud de sus galerías supera los 100 metros de profundidad, con sus desniveles, pozos y esquinas, resulta jocoso afirmar que las exquisitas pinturas que forman el famoso zodíaco de la cámara sepulcral se realizaron iluminándose con espejos. En unas galerías tan largas como las que encontramos en esta tumba, algunas alcanzan los 15 metros, es imposible atinar constantemente con la orientación correcta de los espejos.
Por otra parte, el pintor que empleara este método nunca tendría una visión de conjunto de su obra, ya que los espejos únicamente podrían iluminar pequeñas porciones de la pared. Por mucho que se ayudara de la cuadrícula para traspasar un boceto a la pared, las desproporciones y las correcciones serían continuas. Y, sin embargo, el resultado que nos ha legado el arte egipcio con la grandiosidad de sus escenas parietales denota, al menos, una gran visión de la obra en todo su conjunto.

Los textos egipcios hablan de lámparas

iluminacion03-nacho_aresLa documentación conservada sobre Deir el Medina es abundante. El apartado que nos interesa aquí son los documentos conservados que hacen referencia a la contabilidad diaria de todo el instrumental utilizado cada jornada de trabajo en la construcción y decoración de las tumba de los reyes. En estos documentos se hace especial hincapié en la necesidad de llevar a cabo una contabilidad rigurosa de las lámparas utilizadas diariamente en el trabajo. El sentido plural del término hace entender que eran varias las que se gastaban en un día y la estricta contabilidad de las mismas, llevada minuciosamente por los escribas y los oficiales, parece indicar que estas lámparas no eran algo corriente sino que debieron de tener un carácter precioso. ¿Cuál era la energía utilizada por estas sorprendentes lámparas de los antiguos egipcios, que no dejaba huellas después de su uso?

Pilas en la Antigüedad

En el Museo Nacional de Bagdad o lo que quede de él después de la guerra se conserva un artilugio descubierto por el arqueólogo alemán Wilhelm König en un poblado parto cerca de la capital iraquí. En un primer momento, como sucede cuando un arqueólogo desconoce lo que tiene ante sí, este artilugio fue interpretado como un «típico elemento votivo». El objeto estaba compuesto por una jarrilla de terracota de 18 centímetros, un cilindro de cobre de unos 15 centímetros, y una barra de hierro oxidada que presentaba restos de plomo y betún. König tuvo la sospecha de encontrarse ante una pila eléctrica muy rudimentaria aunque no pudo demostrarlo y se interpretó finalmente como un «objeto votivo». Seguimos la descripción de König:

iluminacion04-nacho_aresEn el interior del jarro había una chapa finísima de cobre enrollada hasta obtener un cilindro de doce centímetros de longitud y dos y medio de diámetro, soldada mediante una aleación de cinc y plomo. La base del cilindro formaba una especie de tapón de cobre, aislado en su interior por medio de betún. En el extremo superior del jarro, el cilindro estaba cerrado también por una tapa de betún, por la que pasaba una barra de hierro larga de once centímetros introducida profundamente en el cilindro. Llenando el contenedor con una solución ácida o alcalina se obtenía un elemento galvánico…

En una visita casual al museo del ingeniero-electricista estadounidense Willard F. M. Gray, este artilugio llamó su atención. Al leer la etiqueta se quedó sorprendido. Lo que él creía que tenía ante sí no era, ni por asomo, lo descrito en la pequeña ficha del museo. Gray casi pondría la mano sobre el fuego para asegurar que ese artilugio no tenía nada de votivo sino que se trataba de ¡una pila eléctrica muy rudimentaria! Pero lo más sorprendente de todo es que finalmente Gray se dio cuenta de que ¡tenía razón!
Los experimentos que se realizaron con posterioridad a tan importante descubrimiento dieron la razón a Gray. Reconstruyó una réplica exacta de la pila de Bagdad y utilizando un líquido alcalino que pudieran haber conocido los antiguos -zumo de naranja-, consiguió producir una pequeña corriente eléctrica, de muy bajo voltaje. De esta manera se demostró que este objeto al igual que otros similares descubiertos en Seleucia y en Ctesifonte eran, nada más y nada menos, que pilas eléctricas.
Pero, ¿qué sistema, aparato o máquina podría funcionar en la antigüedad «a pilas»? Es muy probable que los propios usuarios de estos métodos, desconocieran o no comprendieran el funcionamiento de las leyes de la electricidad. Su descubrimiento pudo ser, más bien, producto de la casualidad que de una tarea empírica y su funcionamiento pudo tener un carácter mágico.
Sin embargo, para otros autores, como von Däniken, este hecho no es más que una prueba a favor de la venida de los dioses del cielo en la antigüedad. ¿Pero, para qué iban los extraterrestres a enseñarnos cómo funcionan pilas de apenas 0,5 voltios, pudiendo mostrarnos el funcionamiento de la electricidad a gran escala?
La razón más plausible de estas pilas bien pudo ser la falsificación de joyas de oro mediante la electrólisis (descomposición química de ciertas sustancias por efecto de una corriente eléctrica). Un baño electrolítico de la pieza que se deseaba falsificar generaba una envoltura dorada muy similar al oro, dando lugar a una falsificación casi perfecta. El hallazgo de joyas en Mesopotamia y de pequeñas figuras en Egipto, cuya elaboración solamente puede haber sido lograda con este método, demostraron finalmente la exactitud y veracidad de estas pilas.

Los relieves de Dendera

El célebre templo de Dendera, consagrado a la diosa Hathor, cuyo complejo actual pertenece a la época ptolemaica, aunque ha sido reconstruido paulatinamente sobre sus primigenios cimientos, conserva en sus paredes algunos de estos ejemplos. En la cripta del templo aparecen unos extraños relieves que la arqueología ha interpretado como un símbolo de la creación. Pero, la singularidad de esta pieza dentro de la amplísima iconografía egipcia ha originado que algunos investigadores los identifiquen con “bombillas”.
Las imágenes esculpidas sobre la pared muestran dos individuos enfrentados. Cada uno de ellos carga con una especie de «berenjena gigante», (¿cristal de vacío?), en cuyo interior fluctúa una serpiente (¿filamento?), que nace de una flor de loto (¿casquillo?). Uno de los tallos (¿cables?) va a dar a una caja (¿batería?). La «berenjena» de la derecha reposa sobre un pilar djed, símbolo de la estabilidad-fuerza, y la de la izquierda sobre un hombrecillo con un disco sobre la cabeza. Bajo las dos «berenjenas» hay sendas figuras arrodilladas tocadas con el gorro khat y que portan una especie de plato en la mano. Del pilar djed salen dos brazos, en forma de ka, que sujetan la «berenjena».
iluminacion05-nacho_aresA todo este galimatías hay que añadir los problemas suscitados por la escasa ayuda que puede prestar la filología, ya que los textos que rodean los relieves están escritos en un jeroglífico, según Peter Krassa, atípico y muy difícil de traducir. Aunque el propio Krassa afirme que «la interpretación de los jeroglíficos de Dendera sobre los misteriosos relieves de las bombillas no ha sido aún posible por la sencilla razón de que el tipo de grafía empleado es mucho más antiguo que el lenguaje que hoy podemos descifrar gracias al descubrimiento en su día de la piedra de Rosetta», debemos ser más cautos. Los textos del templo de Dendera están de sobra traducidos y publicados en unos mastodónticos y lujosos volúmenes a todo color.
En otro lugar del mismo templo de Dendera se repiten las mencionadas bombillas pero con la particularidad de que, en esta ocasión, son vigiladas por unos babuinos. Lo característico de estos relieves es que conservan parte de la policromía, hecho que ha llevado al error más absurdo a algunos investigadores. Estos monos, siempre según la opinión de Manuel Delgado, llevan en las manos una especie de guantes azules para protegerse del contacto de estas «berenjenas-bombillas».
El babuino, que es el mono que aquí aparece representado, se caracteriza por poseer el cuerpo cubierto de abundante pelo a excepción de las extremidades inferiores y superiores, en donde el pelaje no sobresale en volumen. Los egipcios solían pintar estos animales de una forma bicolor, es decir, las patas de color gris o azul y el pelaje del cuerpo de un tono gris más oscuro con unas pequeñas pintas de color negro, tal y como podemos ver en la cámara funeraria de la tumba de Tutankhamón. Con ello se deduce a simple vista que lo que se ha venido identificando con «guantes» de color azul, un accesorio indispensable para protegerse de los peligrosos rayos que genera la susodicha «berenjena», no es más que la propia tonalidad de los brazos del animal. De otro modo, el mismo color azul que aparece en las patas traseras del animal, se podría identificar con un pantalón al más puro estilo tejano.

¿Son las «bombillas» simplemente capillas?

Existen varios jeroglíficos, utilizados en la escritura por los antiguos egipcios en época ptolemaica, que representan de una manera idéntica los esquemas que aparecen en las paredes de Dendera. El primero de ellos está formado por una serpiente insertada dentro de una burbuja, probablemente una serpiente ante una estela, y que reposa sobre un pedestal. Una variante de este ideograma es el que tiene en la parte inferior en vez de un pedestal, el jeroglífico utilizado para indicar poblado o ciudad niut. No hemos encontrado en los repertorios con los que hemos trabajado, algún ejemplo en donde aparezca una flor de loto con su tallo o cable, que pueda ser identificado más directamente con los relieves de Dendera. En el segundo de los jeroglíficos, al usar el determinante para ciudad, se puede entrever un cierto sentido espacial en el término, si es que no hace referencia a un emplazamiento determinado.
La solución para este problema es más sencilla de lo que parece. El sonido de este jeroglífico en época ptolemaica es iteret, literalmente «capilla», «nicho para una estatua», o «caja para introducir ushebtis». Este jeroglífico en egipcio clásico -la lengua escrita durante el Imperio Medio y parte del Nuevo- poseía un determinante diferente si la capilla era identificada con el Alto o el Bajo Egipto. Así, para el relieve de Dendera, las dos figuras enfrentadas bien podrían representar una alegoría de estas dos partes geográficas de Egipto, muy parecido a la representación del Sema-Taui, que aparece en los laterales de los asientos reales en época faraónica. Todo ello regado, lógicamente, con el embadurnado mitológico correspondiente a la época ptolemaica. Por su parte, la serpiente ondulante, aparece en época faraónica en algunas representaciones relivarias en el interior de pequeñas capillas, muchas veces acompañadas de una divinidad, tal y como vemos en un relieve inacabado de la tumba de Horemheb en Sakkara o en la escultura dedicada por Amenofis III a Harkhentkhtal en el templo de Athribie y que actualmente se conserva en el Museo Egipcio de El Cairo (nº469).
En otros templos de época ptolemaica como el de horus en Edfu, el de Isis en Filae o el de Kom Ombo, también podemos encontrar este tipo de relieves.

Problemas filológicos

Para los «eléctricos», el loto que aparece en la base de las «bombillas» es interpretado como luz. Desde el punto de vista simbólico, en el antiguo Egipto la flor de loto, seshen, debe ser entendida como una alegoría del sol y de la creación. Es muy conocido el busto en madera de Tutankhamón, conservado en el Museo Egipcio de El Cairo, saliendo de una de estas flores, representación que establece el renacer diario del faraón en su gobierno, al igual que el sol aparece todos los días por el horizonte. Sin lugar a dudas, el término luz puede entrar dentro de los sinónimos de seshen como símbolo de la vuelta del sol o del amanecer cotidiano de la vida tras la noche. Pero de ahí, a pensar que nos encontramos ante la idea de luz como energía eléctrica, dista un abismo. No resultaría coherente que los arqueólogos y filólogos del futuro interpretaran nuestra frase «dar a luz», eufemismo de «parir», con la idea de enchufar un niño a una corriente de 220 voltios.
También, los defensores de la electricidad interpretan que la serpiente que aparece en el interior de esas «berenjenas-bombillas» era el símbolo de la energía por antonomasia. Generalmente la serpiente, Apofis, era el símbolo del mal y su ocupación habitual se centraba en hacer la vida imposible al dios sol Re, para impedir que cada mañana lograra volver a iluminar la tierra de Egipto. Por lo tanto su lugar de operaciones era la noche; las doce horas que tardaba el sol en aparecer otra vez sobre el horizonte. Debemos distinguir entre los distintos tipos de serpientes que existían en las representaciones del antiguo Egipto. En este caso, no nos encontramos ante la cobra, símbolo del poder real y, en cierto modo, de la energía que necesitaba el faraón para gobernar.

© Nacho Ares 1998

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