Capítulo actualizado publicado en 2003 en el libro La historia perdida (EDAF)
El 4 de agosto de 1897, don Manuel Campello Antón, un importante médico alicantino, aficionado a la compraventa de obras de arte y arqueólogo improvisado, descubrió en su finca de La Alcudia, muy cerca de Elche, la figura de una mujer de apenas 56 centímetros de alto. Apareció colocada entre seis losas verticales de piedra dentro de un estrato de época romana. A pesar de esta contradicción arqueológica, hoy se la fecha en el siglo V a. de C. Al poco de ser descubierta, se colocó en el balcón de la casa de don Manuel en pleno centro de Elche. Allí fue observada y admirada por todos los vecinos que pronto la bautizaron como la reina mora. No olvidemos que en aquella época de finales del siglo XIX apenas se sabía nada de la cultura ibérica. Los hallazgos realizados hasta entonces, principalmente en el Cerro de los Santos de Albacete, se habían adcristo al mundo fenicio orientalizante, cuando no incluso al egipcio.
La importancia del acontecimiento no se hizo esperar. Varios investigadores franceses, encabezados por Pierre Paris, del Museo del Louvre, se acercaron hasta el lugar para tener una primera impresión sobre esta sorprendente obra de arte ibérico. Tasados su valor y autenticidad, por 5.200 pesetas de plata de la época -poco más de 6.000 euros de hoy-, los arqueólogos franceses se llevaron la pieza al museo parisino, lugar en el que estuvo hasta que en 1941 pasó, para gloria del régimen, al Museo del Prado, siendo definitivamente llevada al Museo Arqueológico Nacional treinta años después. Hoy día se encuentra en un sala de lujo del Museo rodeada de otras joyas del arte ibérico como la famosa Bicha de Balazote, la Dama de Baza, y otras esculutras de este periodo aparecidas en otros yacimientos ibéricos de la Península.
Esta última institución, el MAN, para conmemorar el centenario del descubrimiento de la Dama de Elche, organizó una exposición bajo el título de “La Dama de Elche. Cien años después”, en la que se realizaba un recorrido por los ires y venires de esta bella figura, la reina mora. Curiosamente, el título de la exposición nunca pudo haber sido mejor elegido ya que, para muchos, esta polémica escultura, precisamente, no tiene más de 100 años de antigüedad, aunque aquí demostraremos todo lo contrario.
Moffit entra en escena
Desde su aparición siempre hubo sospechas. El joven Manuel Campello, a quien vemos en la fotografía de la derecha, no tuvo ninguna culpa, sino que fue un instrumento de su señor para ser protagonista de un hallazgo aparentemente casual. Se habló de la extraña coincidencia de Pierre Paris, del Museo del Louvre, en Elche con la aparición de la pieza. El principal impulsor moderno de la teoría de la falsificación fue el fallecido John Moffit. En 1995 Moffitt, profesor de Arte de la New Mexico State University (EE.UU), publicó un polémico libro titulado The case of the Lady of Elche y que sería traducido al castellano al año siguiente, El caso de la Dama de Elche (Destino). En su libro Moffitt resulta muy claro: la Dama de Elche es una hábil falsificación encargada por el dueño de la finca en donde apareció, don Manuel Campello, a uno de los más diestros falsificadores de obras de arte del siglo pasado, cuyo nombre era Francisco Pallás y Puig.
Moffitt se convertía, pues, en el abanderado de muchos historiadores del arte que ya antes que él habían pregonado en círculos muy selectos sus serias dudas sobre la autenticidad de la Dama de Elche.
Aunque no comparto muchas de las cosas que dice Moffit, he de dejar claro desde el principio que los estudios de las dos últimas décadas demuestran sobradamente su autenticidad, sí hay elementos que al menos pueden plantear problemas. Estas cuestiones no se centrarían en su autenticidad si no en el contexto arqueológico en el que apareció.
En primer lugar, el profesor estadounidense llamaba la atención sobre lo extraño que resultaba que una obra de arte ibérico hubiera sido hecha a tamaño natural, algo que se aleja de la norma común en el arte de este período. Por su parte, la base de la Dama, con forma cuadrada, era otro significativo detalle sin igual dentro de la estética ibérica, a lo que habría que sumar su extraordinario y sospechoso magnífico estado de conservación.
Tampoco hay precedentes de la existencia de bustos en la estatuaria ibérica y, ni mucho menos, de rostros dotados de la personalidad que emana la figura ilicitana.
Otro de los detalles figurativos más sorprendentes y que convierten a la Dama de Elche en el punto de mira de los críticos es su tocado “imposible”: dos grandes rodetes cuyo extraordinario peso, siempre según Moffitt, harían imposible que cualquier persona pudiera andar con normalidad con tal atuendo.
Un hallazgo oscuro
A los detalles propiamente estilísticos, que un experto en arte ibérico puede o no compartir, Moffitt añadía otras pruebas, quizá, de más valía: las extrañas circunstancias que se sucedieron durante aquellos días de 1897. El propio testimonio de su verdadero descubridor, un muchacho de catorce caños llamado por simple coincidencia, Manuel Campello Esclápez, pero que nada tenía que ver con el médico y dueño de la finca, es esclarecedor. El hallazgo se realizó de forma casual cuando se hacían obras de allanamiento en la propiedad, para hacer bancales y plantar granados y alfalfa.
En palabras del muchacho, “la tierra que rodeaba a la figura se desprendía con facilidad”, por lo que daba la impresión de haber sido puesta allí el día anterior. A nadie le puede pasar desapercibido este extraño detalle. Y si además, añadimos que el estrato donde se halló era de época romana, circunstancia que en un principio confundió al profesor García y Bellido para datarla en este momento de la historia, las dudas que se ciernen sobre la Dama ilicitana son, al menos, comprensibles.
Curiosamente, y por más que se intentó, el equipo francés del profesor Paris no halló ninguna otra pieza ni ibérica ni romana, en toda la zona en donde apareció la dama. Y tuvo que ser éste quien diera el 13 de mayo de 1898 con una nueva figura ibérica, tras mandar trabajar con sospechosa precisión a unos obreros suyos a un lugar muy concreto de la misma finca de La Alcudia.
Se trataba del fragmento de un guerrero con falcata, la típica espada ibérica, de poco más de 43 centímetros de altura y que hoy se conserva en el mismo museo Arqueológico Nacional (MAN). Lo anecdótico de este nuevo hallazgo es que se trataba de una pieza idéntica a otra -postura y mutilaciones- hallada dos años antes en el Llano de la Consolación (Albacete) y que hoy día se conserva en el Museo Arqueológico de Murcia (MAM), a la derecha de la imagen que vemos junto a estas líneas.
El autor de la supuesta falsificación
Según Moffitt, la única persona que pudo haber realizado una obra de tal calidad en aquellos años de fines del siglo XIX fue Francisco Pallás y Puig. Este famoso falsificador, que ya puso en un brete a más de un especialista con dos trípticos pseudo-góticos, realizados en marfil en 1985 y que se conservan en la Walters Art Gallery de Baltimore (EE.UU), debió de emplear para el trabajo de la Dama, diferentes láminas de obras ibéricas auténticas publicadas antes de 1897.
Sin embargo, el modelo definitivo, siempre siguiendo a Moffitt, lo obtuvo Pallás de la Damita 7.707 descubierta en el famoso Cerro de los Santos de Albacete y conservada en el Museo Arqueológico Nacional. Aparte de ser su inspiración, también fue el foco principal de los errores cometidos por el hábil artista, ya que éste nunca debió de ver la obra original, sino las láminas publicadas en una obra del historiador Paulino Savirón en 1875.
Desde el momento de su publicación en inglés, no fueron pocas las críticas que se erigieron contra las observaciones esgrimidas por Moffitt. En la mayoría de los casos, se daba la vuelta a la tortilla negando los argumentos del profesor estadounidense, afirmando que es precisamente el carácter único de la Dama de Elche lo que le hace auténtica.
Las falsificaciones no son únicas en la historia del arte ni de los descubrimientos arqueológicos. El Victoria and Albert Museum de Londres conserva en una de sus salas, el magnífico retrato en alabastro de Lucrecia Donati (1865), busto que, antes de ser identificado como una falsificación, ocupaba un lugar de lujo entra las piezas italianas de este importante museo londinense. La belleza del busto dio mérito al falsificador, ganándose un merecido rincón en la sala de arte contemporáneo.
Es cierto que el libro de Moffit cuenta con varios errores históricos de bulto. Él hablaba de hacer pruebas de carbono 14 a la dama, cuando es algo imposible tratándose de una piedra. Sin embargo, las pruebas presentadas por éste y otros arqueólogos nos hacen pensar que, al menos, existen serias dudas sobre el contexto en el que apareció. El lugar en donde se descubrió no es ibero sino romano, lo que adelantaría su fecha. Por otra parte, dando por sentado que s trata de una obra absolutamente auténtica, los estudios de la piedra realizados por el CSIC por parte de la Dra. María Pilar de Luxan, no dejan lugar a dudas. Se trata de una urna cineraria en donde los restos de cenizas hallados en la concavidad de la espalda demuestran que el enterramiento allí depositado pertenecía a un individuo que guarda paralelos con la alimentación de un ibero convencional del siglo IV a. de C. Finalmente, Manuel Bendala, catedrático de arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, me abrió los ojos sobre el broche de la toquilla que lleva la Dama y que no se conocía en la época de su descubrimiento al no haber paralelos.
También se dijo que el rostro de la Dama de Elche tenía mucho parecido con la Virgen de la Asunción, la patrona de Elche cuya figura se perdió en la Guerra Civil. Pero esta talla es posterior al hallazgo de La Alcudia por lo que se ha argumentado que ambos trabajos estarían inspirados en un mismo modelo. Demasiado retorcido desde mi punto de vista para ser real.
La Dama de Elche es auténtica. No hay duda. Un verdadero tesoro de la escultura ibérica que aún esconde innumerables enigmas. Y para salir de dudas no hay mejor cosa que acudir al Museo Arqueológico nacional a verla y al centro de interpretación de la Alcudia, junto a Elche en donde se puede ver el lugar en donde apareció y un fantástico museo de arte ibérico de otras piezas que han aparecido en el complejo.
© Nacho Ares 2014