Artículos

El «bestiario» divino

Feb 1998

Publicado en Misterios de la Arqueología y del Pasado, nº17 feb. 1998.

De las más de tres mil divinidades que presidían el panteón egipcio, la gran mayoría de ellas tenía su paralelo en el mundo animal. Divinidades con cabeza de halcón, de perro, de rana e incluso de musaraña, han sorprendido a propios y extraños desde la antigüedad clásica. Es el bestiario de los antiguos egipcios; la clave para entender la civilización más enigmática que ha pasado por la historia.

¿Por qué ese afecto de los egipcios hacia toda clase de animales domésticos y salvajes? ¿Por qué esa contradicción de que unas bestias eran adoradas en una población y en otra vecina fueran detestadas? ¿Por qué las madres de Kom Ombo veían con buenos ojos que sus hijos, si caían accidentalmente al río, fueran devorados por un cocodrilo, la divinidad de la ciudad? ¿Por qué conviven hoy día las cobras en las casas de los egipcios conscientes de que no deben hacer daño a sus hospitalarios protectores?
Estas y otras preguntas parecidas son las mismas que nos planteamos nosotros hoy día y las que se hicieron Heródoto, Estrabón, Diodoro, o Plutarco, hace siglos. Al fin y al cabo, los egipcios se acostumbraron a convivir con los necheru, las divinidades, una extraña especie con la que lograron una rara interconexión mística que nadie ha sabido explicar.

El principio animista de los necheru

Las teorías tradicionales se inclinan a pensar que en algún momento en torno al Quinto Milenio a. de C., el Sahara comenzó a desertizarse obligando a sus pobladores a buscar nuevos espacios de asiento. Recorriendo el norte de África en dirección este, estos pobladores llegaron al valle del Nilo. En un principio, todo parece indicar que la evolución de estas gentes se encontraba todavía en un estadio muy primitivo. Egipto era un país nuevo para ellos; un paraíso desconocido plagado de nuevos animales, nuevas plantas y nuevos espíritus. Y es que, aunque ellos se sintieran admirados por la belleza que les rodeaba, no dejaba de ser un paisaje totalmente ignorado.
El cielo y la tierra estaban llenos de espíritus desconocidos que vivían en los animales, en las plantas, en las montañas, en los lagos, o en el propio Nilo, siempre según estas hipótesis animistas. La mente primitiva de los primeros pobladores de Egipto, incapaz de explicar la mayoría de los fenómenos naturales, vio espíritus en estas enigmáticas entidades. No entendían el lenguaje de los animales, por lo que pensaron que, de alguna manera, las alimañas tenían la suerte de contar con un medio de contacto con las divinidades o necheru, es decir, eran seres psicopompos que servían de guía hasta alcanzar el contacto divino. Para agradar a estos necheru, los primeros habitantes del valle del Nilo realizaron sacrificios.
Esta teoría tan aparentemente simple, denominada «animista» por los estudiosos, y que parece concordar con varias religiones antiguas, puede explicar a grandes rasgos el origen de la religión egipcia. Sin embargo, no es capaz de proporcionar una respuesta satisfactoria al problema del por qué los egipcios llegaron a identificar una serie de divinidades con unos animales muy concretos.
Para los egipcios el concepto de «dios», en jeroglífico necher, era muy diferente al nuestro. Según el egiptólogo Dimitri Meeks, un necher es «cualquier entidad que dejando de pertenecer al común de las gentes es objeto de cultos y ritos.» Cada necher estaba asentado en una ciudad concreta o en una pequeña región. Con la evolución política y la consiguiente unión entre varias regiones hasta formar pequeños estados, los sacerdotes se vieron obligados a aunar criterios teológicos. Unas divinidades empezaron a ligarse a otras hasta crear las primeras tríadas, ogdóadas, o las famosas enéadas. El sincretismo de varios necheru creó un fruto religioso nuevo, cuyo rastreo hasta los comienzos más balbucientes, se presenta como algo impracticable.

Origen animal de algunos necheru

bestiario02-nacho_aresSolamente podemos especular sobre el origen animal de algunos de las divinidades más emblemáticas del panteón egipcio. Por ejemplo, la diosa buitre Nejbet, original de la ciudad de El-Kab y protectora de la realeza del Alto Egipto, fue identificada con el disco solar. Tan misteriosa relación, algo más allá de la simple cercanía física existente entre el ave y el astro rey, no se pudo explicar hasta hace pocos años. Los buitres eran considerados en el antiguo Egipto como adoradores del sol. La razón de tan extraña conclusión teológica deriva de que al amanecer esas aves abren en toda su envergadura las alas para poder calentarse con los primeros rayos de la mañana. Este gesto fue identificado por los sacerdotes egipcios como un signo de entendimiento con el sol, por lo que no tardaron en ligar los dos conceptos: buitre-sol.

Otro ejemplo similar lo encontramos en los perros del desierto. Las antiguas tradiciones egipcias relatan cómo estos animales solían frecuentar las necrópolis, alejadas de los centro urbanos. De esta manera, algunos egiptólogos han querido ver en este hecho el nacimiento de la superstición que identifica al perro negro, erróneamente denominado chacal, con el dios Anubis, embalsamador de cadáveres y dios de los muertos. Según los sacerdotes egipcios, las frecuentes visitas de estos cánidos a los cementerios estarían enfocadas a labores propias de la momificación y de cuidado de los recién enterrados.
Un tercer ejemplo lo encontramos en la luna, el dios Thot de la ciudad de Hermópolis. Desde tiempos primitivos este satélite fue identificado con el pájaro ibis. La relación entre ambos fue explicada en un principio por la curvatura del pico de este ave que, de alguna manera, recordaba a un creciente lunar. Sin embargo, esta hipótesis no pareció convencer a ningún egiptólogo toda vez que se descubrió que el babuino o cinocéfalo también era identificado con la luna. La explicación de este segundo animal vinculado al cuerpo celeste intentó encaminarse hacia las extrañas costumbres que realizaban estos monos los días de luna llena. En cualquier caso, algo similar a los dos ejemplos anteriormente relatados.
Muchas de estas divinidades de forma animal fueron evolucionando con el paso de lo siglos, adaptándose a las nuevas necesidades religiosas del Estado. El protagonismo que tuvo el dios Rê, el sol, a lo largo de toda la historia, fue envolviendo al resto de divinidades del panteón egipcio, convirtiéndolas en esencia de su mismo ser. Así, no es de extrañar que dioses que nada tenían que ver con un ámbito cósmico como Amón, Osiris, Horus, o Hathor, fueran derivando poco a poco hacia un significado solar.

El culto a los animales

bestiario03-nacho_aresEn época histórica, momento en el que la teología más o menos estaba consolidada, el culto de los animales era para los egipcios algo designado por la propia divinidad. Los textos nos demuestran que era la estatua del dios la que, por un gesto determinado, elegía cada año un individuo dentro de una especie en concreto. Por ejemplo, el Horus de Edfu poseía una gran pajarera de la que cada año la estatua elegía un halcón diferente. Después de la elección, el halcón distinguido con tal honor pasaba por una serie de ceremonias religiosas purificadoras, en donde se le ungía, le investían con los símbolos del poder real y le brindaban ofrendas. Cada uno de estos actos se desarrollaba en una parte determinada del templo, propicia por su carácter mágico. La magia hacía el resto: una serie de rituales encaminados a celebrar el renacimiento del dios y la protección de este mediante amuletos, tejidos, o libaciones. Se leían textos referidos al renacimiento del nuevo dios y una vez incorporado a la vida tradicional del templo, el halcón Horus era alimentado con carne de asno, es decir del animal vinculado con el dios maléfico Set, su rival por antonomasia.
El buey Apis de Menfis, del que poseemos también amplia información salvo en lo concerniente a su culto diario, resulta ser una caso diferente. No era la estatua del dios quien elegía al animal sino una serie de señas determinadas: el pelaje negro con veintinueve marcas distintivas en la frente, en el cuello y en el cuerpo. A la muerte de un buey Apis los sacerdotes debían encontrar al joven ternero que le sucediera, hecho que se solía dar con sospechosa rapidez. En el mismo lugar del hallazgo los sacerdotes mandaban edificar un templete provisional en el que residiría el nuevo toro Apis hasta el destete. Por su parte, la madre le seguiría hasta Menfis ya que tenía su lugar en el templo de Ptah.
La figura del toro estaba muy ligada a la del faraón. La célebre carrera que el rey debía realizar en la fiesta del jubileo -la fiesta Shed- procedía de una antigua tradición en la que el rey y el toro competían en una prueba.
Una vez fallecido, el toro era enterrado con todos los honores de un dios. Según los textos que poseemos, el lugar de enterramiento era el famoso Serapeum de Menfis. Sin embargo, la arqueología no ha podido respaldar esta hecho, ya que allí solamente se han descubierto decenas de sarcófagos de granito gigantescos, pero vacíos y sin pruebas de haber albergado en alguna ocasión una sola momia de buey.
Sin embargo, si existe un animal en la mentalidad popular que es identificado con los antiguos egipcios ése es el gato. Es en este país en donde se conoce su historia con mayor detalle de toda la Antigüedad. Su inspiración para relieves, esculturas, vasos, joyas, muebles, etcétera, demuestra la importancia de este felino en la vida cotidiana de los antiguos pobladores del valle del Nilo. Era muy común, especialmente a partir del Imperio Nuevo (ca. 1570 a. de C.), que cada familia fuera representada en su tumba acompañada de su inseparable gato.
En escritor griego Heródoto, que viajó a Egipto en el siglo V a. de C. nos ha legado un importante testimonio sobre la importancia de los gatos en este país: (Hdt. 2,66,3) «cuando se produce un incendio, a los gatos le ocurren cosas prodigiosas; en efecto, a pesar de que los egipcios, dispuestos a intervalos, se mantienen atentos a los gatos sin preocuparse de apagar el fuego, los animales se cuelan por entre la gente o saltan por encima y se arrojan a las llamas. Estas reacciones sumen a los egipcios en una gran tristeza. Además, si en una casa muere un gato de muerte natural, todos sus moradores se depilan las cejas, (…)
67. 1. Los gatos muertos son trasladados a unos edificios sagrados, en la ciudad de Bubastis, donde, una vez embalsamados, reciben sepultura; (…)»
Las representaciones de estos animales llegaban incluso al más puro estilo del cómic moderno. Conservamos varios papiros en donde se representan escenas satíricas de luchas entre gatos y ratones o gatos sirviendo a «Doña Ratona».
Más allá de su función doméstica, el gato egipcio desempeñó un importante papel en el panteón egipcio. La diosa Bastet de la ciudad de Bubastis, en el Delta, era representada como una gata de aspecto benévolo y protector. Por su parte, un gato era el encargado de salvar al disco solar matando a la malvada serpiente Apofis, según vemos en el capítulo 17 del Libro de los muertos. El propio disco solar solía adoptar la forma de un gato.

La interpretación clásica

bestiario04-nacho_aresLa naturaleza zoolátrica de la religión egipcia no pasó desapercibida ante los astutos ojos de los escritores clásicos. Heródoto, Diodoro de Sicilia y Estrabón han proporcionado abundantes datos sobre las fiestas y las costumbres que mantenían los egipcios con los animales, en un intento vano de encontrar explicación a tan singulares creencias. Pero son más interesantes los escuetos comentarios que realizaron otros autores griegos como Plutarco (s. 40-120 d. de C.) quien argumentaba que la ruina de Egipto se debía a lo incomprensible de su religión (Moralia 56 D). Otros, en cambio, admiraron algunos de los aspectos más prácticos de la religión egipcia como los oráculos de Amón y en concreto el de Apis en Menfis, como ya hemos mencionado más arriba.
Sin embargo, será con Roma, a partir del s. II d. de C., cuando se generalice la incomprensión y hostigamiento hacia la religión egipcia. Autores cristianos como Cipriano (Idola 4) y Lactancio (Ep. 2, 13, 10) que realizaron comentarios despectivos hacia sus dioses tildándolos de monstruos, o Prudencio (Apoth. 196) que se preguntaba cómo podía haber una superstición tan baja en la que uno se pudiera sentar ante un dios con cabeza de perro, son un ejemplo claro de la incomprensión de estas creencias en la antigüedad.

El bestiario egipcio

Amón, Divinidad local de Tebas a la que se le unió el disco solar Rê, de Heliópolis llegando a ser considerado «rey de los dioses». Su animal fue el carnero o el ganso
Anubis, Dios funerario inventor de la momificación. Adorado en Cynópolis y guardián de las necrópolis, era relacionado con el perro negro.
Apis, Toro sagrado de Menfis. Símbolo de la fecundidad. Asociado a Ptah. Su animal, un toro con una serie de marcas identificativas.
Apofis, Divinidad en forma de serpiente que fue identificada en el Imperio Nuevo con el dios Set. Encarnaba al mal atacando al sol en su viaje nocturno por el mundo del averno.
Atum, Divinidad solar de Heliópolis representada como un hombre con doble corona, un león o un gato. En su faceta de disco solar del Inframundo, era representado como un hombre con cabeza carnero.
Bastet, Original de Bubastis, esta diosa tiene aspecto de gata, o de leona si se encuentra irritada. Divinidad de la música y los juegos.
Geb, Dios de la tierra, padre de Rê y esposo de Nut. Representado como un hombre agachado, en ocasiones con cabeza de serpiente y cubierto de plantas.
Hapy, El dios del Nilo. Hombre grueso de color azul que portaba el cinturón de los pescadores.
Hathor, Diosa con cabeza de vaca, vinculada también con la bóveda celeste. Divinidad del amor, la danza y la belleza posee en Dendera uno de los templos más bellos de Egipto.
Horus, Gran dios del cielo identificado con el halcón, fue una divinidad solar con múltiples variantes. Hijo de Isis y Osiris, es uno de los protagonistas más importantes del panteón egipcio.
Isis, Madre de Horus y esposa de Osiris. Diosa protectora, muy hábil en la utilización de la magia.. Su animal, el milano o la vaca.
Jepri, Dios escarabajo que representa al dios del amanecer. Adorado en Heliópolis. Jepri arrastra el disco solar a lo largo del día tal y como hace el escarabajo con sus huevos envueltos en excremento.
Jnum, Divinidad alfarera de Elefantina que dio forma al Hombre. Era representado como un dios con cabeza de carnero.
Maat, Diosa del orden cósmico, la justicia y la verdad. Sobre su cabeza llevaba una pluma de avestruz. Decide el destino en el tribunal de los muertos.
Nejbet, La diosa buitre, símbolo del Alto Egipto por antonomasia. Era la protectora de la realeza.
Nut, Diosa de la bóveda celeste. representada como una mujer cuyo cuerpo está repleto de estrellas. Daba a luz al sol al comienzo del día y lo devoraba al atardecer. Su animal, la vaca celeste.
Osiris, Principal divinidad de Abydos, Osiris es el dios de la muerte, preside el tribunal del Más Allá. Fue asesinado por su malvado hermano Set y revivido por su esposa, la maga Isis. Representado de color verde o negro simboliza el renacer. Su animal, un gran pez.
Ptah, Dios de Menfis protector de los artesanos, es representado como un hombre momificado de color azul. Su animal se relaciona con el toro Apis de la misma ciudad.
, Gran dios de Heliópolis, Rê es el sol por excelencia. La divinidad más importante del panteón egipcio. Suele adoptar formas de animales.
Sejmet, Diosa sanguinaria y guerrera en forma de leona, es otra de las personalidades de Bastet. En ocasiones se la identifica con su padre Rê, el dios sol.
Set, Malvado hermano de Osiris a quien asesinó. Dios del mal, del desierto y de los países extranjeros. El significado de su representación animal es totalmente desconocido. Suele ser vinculado con un asno.
Shu, Dios del aire y de la atmósfera, hijo de Atum y adorado también en Heliópolis. Su animal, un león.
Sobek, Dios cocodrilo de la ciudad de Kom Ombo en donde se le consideró una divinidad creadora.

© Nacho Ares 1998

¡COMPÁRTELO!