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¿Dónde están las Reinas de Egipto?

Nov 2002

Publicado en Revista de Arqueología 259 noviembre 2002. Actualizado en julio de 2014.

Puedes escuchar el podcast de Dentro de la pirámide que dedicamos a este fascinante tema.

La montaña tebana de Luxor guarda con celo uno de sus secretos más codiciados. Todavía no ha aparecido ninguna de las tumbas de las reinas de la XVIII dinastía, la más poderosa de la historia de esta fascinante civilización. Su ubicación es desconocida, aunque todo parece indicar que no debe andar muy lejos de las encrespadas rocas de esta árida y estremecedora región del Valle del Nilo.

Contamos por cientos los relieves, pinturas, grabados en vasos de piedra y ornamentos de las reinas de la XVIII dinastía (1567-1090 a. de C.). Tiyi, esposa de Amenofis III, Nefertiti esposa del herético Akhenatón, o Ankhesenamón la de Tutankhamón, fueron las verdaderas reinas del mundo durante una de las épocas de máximo esplendor de la civilización egipcia. Sin embargo, su paso por la tierra se ha quedado en eso: simples representaciones artísticas que en muchos casos no sabemos realmente si hacen justicia al aspecto de estas soberanas. En la actualidad 50 misiones arqueológicas internacionales se encuentran excavando en las ensortijadas lomas de la montaña tebana. Los trabajos que realizan estos egiptólogos son de lo más variado. Por ello, nadie olvida que en cualquier momento puede aparecer el primer peldaño de acceso a una tumba. Un sepulcro que puede ser, en definitiva, el punto de partida de uno de los hallazgos arqueológicos más extraordinarios de todos los tiempos, el auténtico Valle de las Reinas.

La decepción de Biban el Harim

dondereinas02-nacho_aresAunque parezca insólito, en la orilla oeste de Luxor, la antigua Tebas de las Cien Puertas según los autores griegos, ya existe un Valle de las Reinas. A poco más de 1.500 metros del conocido Biban el Moluk, el Valle de los Reyes, se encuentra Biban el Harim, el Valle de las Reinas. Sin embargo, se trata de una verdad a medias. Los antiguos egipcios denominaban a este hermoso lugar con la expresión Ta Set Neferu. Con este término se referían los antiguos escribas al recinto en el que a partir del reinado de Amenofis III (1417-1379 a. de C.) se comenzaron a enterrar los hijos y hijas de los faraones que fallecían en edad infantil.

Tradicionalmente el nombre de Ta Set Neferu se ha traducido como “El Lugar de la Belleza” significado que se identificó con que allí existiera algún tipo de enterramiento de reinas o princesas. Sin embargo, en los últimos años egiptólogos como Christian Leblanc o Christiane Desroches-Noblecourt han señalado la posibilidad de que la expresión Ta Set Neferu deba traducirse realmente como “El Lugar de los Niños”. La explicación es bastante lógica desde el punto de vista arqueológico. De las más de 98 tumbas que allí se conservan muy pocas pertenecen a reinas.

El Dr. Mohamed El Bialy fue director general del Servicio de Antigüedades de Tebas Oeste. “El Valle de las reinas -nos explicó El Bialy en una visita a España- se utilizó durante la XVIII dinastía únicamente como lugar de enterramiento de princesas y príncipes, muchos de ellos fallecidos en plena infancia. Durante la XIX (1320-1200 a. de C.) Ta Set Neferu fue empleado para varias reinas y en la XX de nuevo se utilizó para los príncipes y princesas”.

Efectivamente, la primera reina enterrada en este misterioso valle fue Satra (QV38), esposa de Ramsés I, el primer faraón de la XIX dinastía. Este vacío histórico abre la puerta a un enigma arqueológico sin parangón. Si este valle en realidad es el “Valle de los Niños”, ¿dónde se encuentra realmente el verdadero Valle de las Reinas? ¿Dónde están las tumbas de las reinas más poderosas de la XVIII dinastía?

Tras la pista de las hijas de Atón

Es muy posible que las pocas soberanas de la XIX dinastía que fueron enterradas en lo que hoy se conoce como el Valle de las Reinas lo hicieran debido a un estímulo maternal. Sin embargo, no hay un ápice de información de las reinas de la dinastía XVIII. Sabemos que se han encontrado tumbas de algunas soberanas del principio de este período, como la de Ahmosé Nefertari, esposa de Ahmosé I, fundador de esta dinastía, pero desde ese mismo instante los restos de las reinas se diluyen en el viento.

dondereinas03-nacho_aresAlgunos egiptólogos han planteado la posibilidad de que el propio Valle de los Reyes fuera al mismo tiempo una necrópolis para reyes y reinas, y que en las tumbas de los faraones allí descubiertas también descansaran los restos de sus esposas, compartiendo así la morada eterna. Esto es lo que piensan, por ejemplo, egiptólogos como los británicos Geoffrey Martin y Nicholas Reeves. Junto a la tumba de Tutankhamón excavaron en una trinchera de unos 6 metros de longitud por 2 de ancho, datada en la época de este rey. Según nos explicó el propio Martin “esta trinchera es uno de los lugares más importantes del valle ya que, muy posiblemente, contenga objetos de la época de Akhenatón y Tutankhamón, el momento de la herejía de Atón, pudiendo así esclarecer algunos de los aspectos más oscuros de este período de la historia de Egipto”. Pero lo que realmente buscaban Martin y Reeves en este lugar del Valle de los Reyes era la tumba de Nefertiti, esposa de Akhenatón. De esta reina no se volvió a saber nada después del año 12 del reinado de su esposo. Sencillamente, se esfumó de la historia. Cuando los egiptólogos ingleses perdieron el permiso de excavación, Zahi Hawass siguió trabajando en el centro del valle. Su método fue más expeditivo. Se levantó absolutamente todo el fondo del valle, alrededor de la tumba KV63 y frente a Tutankhamón, y lamentablemente no apareció nada.

La trinchera en la que trabajaron ya fue hallada por Howard Carter, el descubridor de la tumba de Tutankhamón, en la década de 1910, aunque su excavación fue abandonada al poco tiempo por razones desconocidas. Gracias a la documentación personal de Carter, ha sido posible encontrar de nuevo la ubicación exacta de la trinchera para que, una vez estudiado todo el material de Akhenatón aparecido en el lugar, pueda continuarse su excavación.

Una reina en busca de rey

Lo cierto, sin embargo, es que no existen pruebas de que las reinas de la XVIII dinastía fueran enterradas en las mismas tumbas que las de sus maridos en el Valle de los Reyes. No hay textos, no hay material arqueológico, ni ninguna mención en otro documento descubierto fuera de la necrópolis que así lo mencione. El vacío histórico en este sentido es tan grande que en el caso de Ankhesenamón, hija de Akhenatón y Nefertiti y esposa de Tutankhamón, el misterio alcanza su máximo apogeo. Su nombre parece haberse disipado de la memoria de Egipto justo después de la muerte de su esposo.

Como explica la egiptóloga británica Christiane El Mahdy, aunque en el interior de la tumba de Tutankhamón (KV62) se encontraron regalos de muchos cortesanos de su reinado, es muy extraño que no haya absolutamente ninguno con el nombre de Ankhesenamón. Tampoco aparece su nombre en los pocos textos de la cámara funeraria ni su representación pictórica, que sería lo más normal si vemos otras tumbas del valle. Sobre el muro este de la cámara funeraria de Tutankhamón se representó el cortejo funerario del faraón. Sobre él aparecen los nombres de los personajes más importantes que participan en el acto ceremonial. Lo normal es que también estuviera la reina, Ankhesenamón, pero de ella no hay ninguna noticia. Tampoco encontramos en la tumba de este rey objetos que pudieran ser utilizados en el Más Allá por la reina, luego su tumba tiene que encontrarse en otro lugar.

Gracias a unas cartas correspondientes a la diplomacia de la época entre Egipto y el reino hitita sabemos que Ankhesenamón escribió al rey de los hititas con el fin de pedirle un hijo para, tras casarse con él, convertirlo en faraón de Egipto. Desconocemos hasta qué punto este hecho pudo realizarse. Lo único que sabemos es que a partir de ese momento se borra de la memoria de la historia la figura de Ankhesenamón, igual que pocos años antes había sucedido con su madre Nefertiti. Aunque la egiptología tradicional siempre ha identificado a la reina de la carta de Amarna con la esposa de Tutankhamón, recientemente muchos se han decantado por la reina Nefertiti. Ella y no su hija, según Reeves y otros expertos, sería quien pidió un príncipe al rey hitita. Las cartas de Amarna son ambiguas a la hora de dar el nombre de la reina egipcia, por lo que podría ser cualquiera de las dos.

En otros casos la falta de información nos impide conocer algo más sobre las personas enterradas en algunos lugares tanto del Valle de los Reyes como del de las Reinas. No olvidemos que, por ejemplo, en este último del centenar de tumbas que allí se han descubierto poco más de la mitad han conseguido se identificadas con un personaje en concreto. La gran mayoría permanecen anónimas debido a su pésimo estado de conservación o que simplemente nunca pasaron de ser un simple pozo excavado en la roca.

Reinas y ADN

dondereinas01-nacho_aresEn 1898 el francés Víctor Loret descubrió en la tumba de Amenofis II (KV35) dos cámaras anexas con 15 momias reales. En concreto una de ellas, la conocida con el nombre de the elder lady (“la dama anciana”) puede tratarse de la reina Tiyi, esposa de Amenofis III; una de las mujeres más importantes e influyentes de la XVIII dinastía. En 1975 el profesor James Harris, un reputado dentista americano, realizó un encefalograma de la momia. Con rayos X se pudo obtener un estudio de las medidas craneales. Estas medidas se compararon con las de Tuya, la madre de Tiyi, cuya momia apareció junto a la de su marido, Yuya, en el Valle de los Reyes en 1905 (KV46). Para consolidar el estudio se realizó un análisis del cabello de la momia de la dama anciana con el fin de compararlo con el mechón de la reina Tiyi aparecido en un diminuto sarcófago en la tumba de Tutankhamón, hoy en el Museo de El Cairo. Microsondas electrónicas detectaron que la composición química era idéntica.

Esta rotundidad, no obstante, ha sido puesta en tela de juicio en innumerables ocasiones. Solamente el ADN podría poner la última palabra en este misterio. Sin embargo, las autoridades egipcias se han negado.

En 1881 fue descubierto en la cornisa de Deir el Bahari el llamado escondite de las momias reales (DB320). En realidad se trataba de una tumba de época tardía -la tumba fue empleada por la familia de Pinedjem II (935 a. de C.)- en donde ya en la Antigüedad los sacerdotes egipcios escondieron algunas de las momias reales de las dinastías XVIII, XIX, XX y XXI. Egipto sufría continuas épocas de crisis que provocaban el saqueo de tumbas. Para proteger los cuerpos divinos de los reyes un número de casi 40 momias reales entre faraones, reinas y nobles fueron llevados hasta el escondite catalogado como DB320: Esta es la explicación de que hasta hoy nos hayan llegado algunas momias de reinas de la XVIII dinastía como la de la mencionada Ahmosé Nefertari o la de Meryetamun, esposa de Amenofis I. Sin embargo, nada sabemos de sus tumbas. ¿Fueron enterrados junto a sus esposos y cuando las tumbas se saquearon en la Antigüedad se trasladaron todos juntos al mismo escondite? Pero si es así, ¿por qué no hay menciones o evidencias de las esposas en las tumbas de los reyes?

Todo parece indicar que en algún lugar de Egipto todavía queda por descubrir el verdadero “Valle de las Reinas”, cargado, seguramente, de infinidad de respuestas a los misterios que las soberanas de la tierra de los faraones han planteado desde hace siglos. No quedan muchos lugares por explorar en la Montaña Tebana. Para algunos investigadores un posible enclave sería la zona conocida como Dra Abu el Naga, situada junto a la entrada del Valle de los Reyes y que posee diferentes tumbas de nobles del Imperio Nuevo. Otros, como John Romer, señalan a la necrópolis que hay tras el palacio de Malkata, junto a un monasterio copto de Deir el-Mohareb. Allí se hizo excavar una tumba en uno de los riscos del acantilado la reina Hatshepsut siendo aún una princesa.

Simbolismo mágico de Ta Set Neferu

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El lugar en donde se encuentra el Valle de las Reinas también posee un importante aspecto simbólico y mágico que apunta, una vez más, a que su verdadero nombre debería ser el Valle de los Niños.

Antes del Imperio Nuevo, Ta Set Neferu ya era un lugar sagrado, quizás de ahí el hecho de que luego fuera convertido en necrópolis real. Su ubicación junto a la montaña tebana la hacía partícipe de los beneficios de la diosa del lugar Mertseger, “la que vive en silencio”. Se trataba de la personificación de la propia montaña tebana y era representada por una mujer con cabeza de cobra en ocasiones coronada por los cuernos de la diosa vaca Hathor. De hecho, el propio valle de Ta Set Neferu pudo haber representado el útero de la Vaca Celeste de quien manaban las aguas que revivían al difunto. Curiosamente, en uno de los extremos del moderno valle podemos ver un diminuto acantilado por el que se precipitan con fuerza las aguas que caen en la montaña los días de tormenta, fenómeno más común de lo que podríamos pensar de un lugar desértico, pero que proporciona cantidades ingentes de ese agua vivificadora.

Por otro lado, el circo sobre el que se abre el templo en terrazas de la reina Hatshepsut podría haber sido identificado con los cuernos de la Vaca Celeste, completando así el valor simbólico y mágico de la montaña tebana.

Tesoros del Valle de las Reinas

La tumba más conocida es la de la reina Nefertari (QV66), esposa principal de Ramsés II (1298-1232 a. de C.). Su restauración acabó en 1995, después de haber sufrido en sus paredes los males producidos por el denominado homo turisticus. Cada persona que accede al interior de un monumento deja en el ambiente 20 gramos de agua. Mientras la humedad media en una tumba convencional aumenta después de un día de visitas en un 30 por ciento, en la tumba de Nefertari, los cientos de turistas que la visitaban a diario hacían ascender la humedad al 100 por ciento. Esta circunstancia provocó que, junto al propio cambio climático sufrido por la tumba tras su descubrimiento en 1904, la humedad formara cristales de sal bajo sus pinturas, desprendiéndolas de manera irreversible.

dondereinas05-nacho_aresTras su magnífica restauración el gobierno egipcio hizo caso omiso de las sugerencias de los expertos quienes aconsejaban su cierre. Como parecía algo imposible, se decidió, como mal menor, que las visitas bajaran a 150 personas diarias, hecho que se ha respetado, haciendo buenas las proféticas palabras de algunos de los restauradores que afirmaron que “cuando abran la tumba, eso va a ser maricón el último”.

La otra gran tumba del valle es la de Amón-Kher-Khopeshef (QV 42). Este príncipe, hijo de Ramsés III (1182-1151 a. de C.), posee un sepulcro con unas pinturas excepcionales en donde predominan los fondos amarillos y el azul turquesa típicos de los últimos Ramsés. Además, en la cámara del sarcófago hay una vitrina con un feto de seis meses encontrado allí. Si bien se desconoce a quién pertenece, posiblemente fuera colocado por razones religiosas, a modo de símbolo del renacimiento.

Nacho Ares ©

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